COWBOYS DE LA A 3

 

Comienza a parecerme que todas las rupturas tienen algo de disfuncional siempre. 

Lo veo en quienes hacen música, quienes hacen cine, quienes no hacen nada de todo esto y de la misma forma hay una extraña manera de proclamar y mostrar el dolor y todo lo que ese dolor guarda mostrándoselo al mundo en mensajes más o menos subliminales.

¿habrá recaídas en esas rupturas? ¿Tantas como en la nuestra?

No te escribo una carta triste esta vez. No. Porque hace ya, cuánto ¿un año desde que lo dejamos? Y fíjate, el sábado juntos otra vez con la única certeza de no habernos olvidado, una certeza que se acrecienta cuando nos tocamos, nos besamos, nos abrazamos y hacemos el amor. Cuando nos quedamos de la mano, cuando nos reímos.

Luego, como siempre te vas, despidiéndonos por millonésima vez. Y cada vez que la puerta se cierra me pregunto cuál será la definitiva y sobretodo me pregunto, cuánto quiero alargar esta situación en la que yo puedo y tú no; a pesar de tener la plena consciencia de lo mucho que me quieres, de lo mucho que te quiero.

Una relación de cinco años a la que se le suma una no relación de uno. Y es esta última parte la que no guarda, tiene y no puede entender lógica alguna. Un año de ruptura sin dejar de vernos. 

No se puede sostener el amor así. Miento. Se puede. Pero es una sujeción errónea y enferma y posiblemente dañina y dolorosa. 

Hoy estoy tranquila y también feliz, y es curioso. Lo estoy porque me ha dado cierta paz saber lo mucho que me quieres. No lo dudaba antes, pero a veces flaqueaba. Ahora ya lo sé. Y con esto que sé, me preguntó cuando tendré la misma convicción en que verdaderamente no puedes en el corto, medio o largo plazo. Y dejarán de darme igual los plazos y entenderé que dejar ir es cuestión de dos y yo debo jugar mi parte. Porque esa es la única importante. Suena duro, pero es cierto. Cuando la cuerda deja de ser sostenida por una mano, cae. Y mi mano ha de dejar de sostener la cuerda. 

Me resulta extraño haber llegado a este lugar. Este lugar en el que una se pregunta ¿cómo es posible que suceda? ¿qué dos personas se quieran y no puedan estar juntas porque una de las partes no "puede"? y al principio pensaba que poder y querer eran lo mismo y me enfadaba. Después de tanto y de todo veo que verdaderamente no puedes aunque quieras y entonces se hace un poquito más ligero y a la vez un poquito más duro. Cuánta contradicción. Cuánta ¿disfuncionalidad?, posiblemente. 

Quizás esta extraña sensación de paz tiene que ver con el agotamiento. No lo sé. Tiendo a pensar que no es eso porque si algo he descubierto es nuestra incapacidad por el momento de cansarnos el uno del otro. Pero sí creo que tiene que ver con la imposibilidad. Aceptar la imposibilidad que cuánto más se repite más cala. Cuesta muchas repeticiones. Pero acaba calando. 

Se parece al niño que pasa por delante de la misma tienda y ahí en el stand está ese juguete que adora y que quiere. Y lo quiere. Y quiere llevárselo a casa. De verdad, quiere. Pero entonces se da cuenta mes a mes de que nunca consigue juntar el dinero para comprarlo. Es un juguete que de la forma que sea, mes a mes, se hace inaccesible. Puede verlo, tocarlo, puede imaginar cómo sería tenerlo en casa. Pero no puede sacarlo de la tienda porque no puede pagarlo. Es una cuestión imposible. Y haga lo que haga, la realidad se impone porque cada vez que mira en su cartera, el dinero que junta nunca jamás alcanza. Y así se pasa tantos meses, porque lo quiere tanto que sigue intentándolo, porque al principio hay mucha esperanza, reuniré el dinero se dice. Y la esperanza es lo último que se pierde. Hasta que, efectivamente, aunque sea lo último, llega el turno de lo último y se pierde. Después de un año, pasa por la juguetería y todavía queda un pequeño ápice de esperanza, pero ahora, no busca ya en la cartera porque sabe que no tendrá el dinero. Ahora imagina un milagro, que el cristal se rompa y el juguete caiga al suelo, que el dueño de la tienda tenga un día extremadamente simpático y salga gritando que se lo regala. El niño ya solo espera un milagro porque se da cuenta que no está en él conseguir el juguete. 

Y pienso, que llegará un punto, en que el niño, al pasar por la juguetería, se olvidé del milagro y ya no lo esperé tampoco igual que no espera conseguir el dinero suficiente porque ya ha calado en él la imposibilidad de la realidad hasta que, finalmente -

el niño deje de pasar por la juguetería dónde está el juguete que jamás podrá llevarse a casa.

Y un día, aunque no olvidará ese juguete, entienda, que nunca fue un juguete que pudiese estar entre sus cosas. No por algo en concreto, o por muchas cosas en concreto quizás. No por que fuese un juguete inconveniente para él, no porque tuviese mala suerte en la vida, Simplemente, no pudo ser, y lo recordará con cariño porque le habría gustado que sí, pero con paz y calma sin jamás volver a pasar por la juguetería porque, sencillamente, acepta. Acepta. Acepta. Y entonces entiende y cala: que no podía ser.





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