WHAT IF I NEVER ASKED YOU YOUR NAME? WOULD I BE THIS WAY
siempre tendré una lista de canciones preciosas gracias a ti.
Puede que eso sí lo eche de menos, o lo guarde con cariño. Como todo lo que fue nuestro.
Leí en un artículo hace no mucho que ahora con tanta pantalla, tanto estímulo inmediato, ante una situación de dolor, conseguimos evitar con facilidad. Viene el dolor y Pam, corremos a la pantalla, a la película, al videojuego, a la discoteca supongo, a lo que sea para evitarlo.
Y decía muy claramente algo así como: Ya no cogemos el diario y escribimos. El papel y escribimos. Ya no.
Yo, por el contrario, solía hacerlo. Creo que nunca he perdido del todo la costumbre.
Ahora me pellizca un poco el corazoncito, le tengo en una montaña rusa desde hace dos o tres años? Empiezo a perder la cuenta con la ruptura. Una ruptura cuanto menos falsa porque nunca hemos dejado de vernos, hasta ahora.
He decidido coger el folio porque mi dolor se merece un sitio dónde ser atendido - por mi. Para eso es mío. Y yo, me he tenido desatendida demasiado tiempo. En muchos aspectos pero en este sobretodo.
Voy a cumplir 31 en muy poquito. Recuerdo el cumpleaños anterior, en mitad de otro interminable viaje a tu lado entre la cuerda de la ruptura y el seguir viéndonos sin materializar nada. Sin volver. Ese sin sentido de seguir viéndose con esperanza de retomar algo. Una esperanza que era solo mía.
Este cumpleaños es diferente. Han pasado tantas cosas en muy poquito tiempo, y me refiero a un tiempo tan breve como Septiembre. De Septiembre a Octubre han ocurrido y están ocurriendo cosas maravillosas que me hacen confiar en que todo se está alineando. Que me dirijo a un lugar deseado.
El pellizco en el corazón es solo algunos días, algunas noches. A veces, sigo teniendo coletazos de Valencia. Vuelve toda esa época como un torrente y recuerdo todo con tanta nitidez. Son sensaciones sobretodo. Sensaciones raras porque ya no sé hasta que punto son reales o están idealizadas. Me parece como que me invade una nostalgia gigante de todo lo que teníamos, de todo lo que fuimos, del proyecto de vida juntos y de la ciudad, y de casa. Aquella casa. Sin embargo, de todo eso, lo único que sé que es real es la ciudad y la casa. Y si me apuras, la casa. Eso es lo más certero. Todavía no he vuelto a enamorarme tanto de un hogar, a sentir que realmente pertenecía allí. Esa casa fue y será siempre mi primer hogar fuera del familiar.
Pero todo lo que tiene que ver con nosotros es más complicado. Claro que siento nostalgia, mucha. Pero de la misma forma que recuerdo sentir paz cada vez que pensaba que tú estabas conmigo, que dormía a tu lado, que mi familia en aquel momento eras tú. Que tenerte cerca me tranquilizaba. De esa misma forma también sé que todo era siempre demasiado difícil. Que la paz era tenerte cerca como tal, fisicamente saber que estabas me generaba paz. Pero nunca había paz en nuestros días. Nunca nada era tranquilo porque siempre había problemas económicos, emocionales... siempre había inestabilidad.
Intento recordar esto para atar el cable a tierra y que el echarte de menos sea más racional. Echo de menos a la persona de la que me enamoré pero no puedo echar de menos la época con todo lo que engloba porque la verdad es que era siempre tensa. siempre cojeábamos de alguna extremidad.
Bloquearte fue casi algo que no pensé. Tantas veces pensando tanto en nosotros y sin embargo esa vez... eso fue pura extenuación. Me volví a dejar en lugares dónde si me cuidase no estaría. Y me descubrí tan agotada. Dando oportunidades durante un año entero. Oportunidades vanas. Te has portado fatal este último año. Y sí, claro que hay matices, todos los que yo quiera, pero, francamente, necesitaba reconocer que con cualquiera de esos matices, la línea general es que no he recibido un buen trato. Que no eras tú el que tenía que decir basta. Era yo.
Ahora, cuando alguna noche te echo de menos suelen suceder dos cosas.
Primero, busco en instagram la carpeta de Archivos y comienzo a pasar por las fotos e historias publicadas desde hace tres años, o dos, cuando vivíamos juntos. Cuando llevo un rato que no suele ser muy largo me he precipitado en la parte en la que ya no estábamos juntos y aún así nos veíamos un mes sí y otro no. Todo este último año. Comienzo a reconocer por foto y por mes cuando había dormido contigo la noche antes, cuando me habías escrito que me echabas de menos, cuando habías vuelto a desaparecer y estaba jodida, cuando habíamos peleado, y así un sinfín de momentos que puedo recordar y reconocer a través de fotos que nadie excepto yo sabe que podrían significar eso.
Segundo, después de que esto suceda; paro. Sí. De pronto paro y salgo fuera de instagram y me rozo. Me acaricio con ternura con la mano tratando de darme asilo, amor, cariño. Y lo hago porque siento que me da pena haberme expuesto así. Tanto. He tenido a mi corazón inmerso en una atracción muy poco divertida de subidas y bajadas constantes y no merecía eso. No le he dado tregua. Tener esperanza en que nosotros volviésemos era solo una forma de machar a mi pobre corazón que es un músculo resistente pero no tendría que verse obligado a pasar por tanto. Como si fuese una pelotilla antiestrés de esas que caen y no se rompen, que estrujas y no se rompen. Pero mi corazón no es eso ni yo tampoco. ¿Tan poquito me he visto para solo verte a ti?
Claro, a veces me te echo de menos pero no siento miedo frente a este bloqueo. Esta vez no. De hecho en este no poder encontrarte ni tu a mi encuentro cierta paz. Puedo echarte de menos en silencio, incluso escurrir alguna lagrimilla alguna vez, pero lo hago sola en mi intimidad y esa intimidad me da mucha más tranquilidad. Porque remonto, porque no me expongo al daño. A que me hieras tú. Puedo llorar y cobijarme. Puedo ser cuidadosa y cariñosa conmigo pero en mi llanto nunca encontraba paz en tu búsqueda. Hay mucha más seguridad en esta distancia. Me he protegido.
Y debo de estar sintiendo que es algo mucho más seguro porque cualquier cosa que me acerque o me exponga a ti la evito. Es curioso. Un cumpleaños cercano dónde sé que tú aunque no fuese fisicamente estarías presente. Me preguntarían por ti. Harían alusión a ti o me enteraría de cualquier cosa sobre ti. Y realmente, no quiero. Ahora entiendo todo esto del contacto cero. En ese cero hay una protección tremenda. Es una dimensión tan grande. Y no quiero romperlo. No quiero bajar lo más mínimo la guardia. No quiero en un tiempo largo estar cerca de nada que me pueda acercar a ti. Valga la redundancia.
Y no hay ningún enfado. Eso me tranquiliza. Es simplemente protección. Tal vez nunca la había ejercido conmigo misma. Qué barbaridad ¿no? No haber sabido protegerme durante treinta años.
Valoro mucho este cuidado. El mío. Este nuevo aprendizaje en el que yo me cuido. Yo me encargo. Yo me blindo. Y lo valoro tanto porque ahora comienzo a ver lo frágil que uno es al principio. Nuestra ruptura real - al menos por mi parte - empezó en ese bloqueo y empezó en Septiembre y una es tan sumamente vulnerable al principio. Cómo no hablar de contacto cero mínimo un año. Ahora entiendo todas esas técnicas, teorías, llamémoslo de la cualquier forma, todas me valen, sobre como el contacto cero debe ser algo que perdure en el tiempo. No necesariamente eterno porque gracias a dios todos sanamos. Pero sí lo suficientemente largo hasta sanar.
Cada vez que te echo de menos lo hago con todo mi corazón y de la misma forma me apeno al ver lo expuesto y magullado que ha estado por mi poca delicadeza, mi poco cuidado y respeto ante él y por ende ante mi. Cada vez que te echo de menos lo hago con todo mi corazón y también me prometo no volver a descuidarle ni a exponerle así.
Cada vez que te echo de menos pienso cuánto te amo y te he amado y que algún día ya no te echare de menos, solo te querré pero ya no te echaré de menos.
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