V.
"Porque todo concluye, pero nada se calma.
Que no puedas perder lo que perdiste
no da tranquilidad, si no vacío." - Luis. G. Montero
Enfrentarse a los días sin ti es caminar
a oscuras un pasillo largo donde nunca encuentro habitación en la que reposar.
Donde ya no hay luz.
Ahora por muy insignificante que sea
cualquier suceso se convierte en algo que me gustaría contarte. Y no puedo.
Cualquier excusa sería buena para
escuchar tu voz. Pero me han negado esa opción.
Las balas que apuntaban al papel cuando
escribía se han vuelto contra mi.
Tu cáncer me disparó a bocajarro y las
ocho y cuarto desde entonces son la hora punta de todas las pesadillas.
La hora donde se congrega el dolor entero
del mundo y me saluda.
Se fue. Y no pudiste salvarlo.
No te pude salvar.
Yo, que me hubiese enfrentado a un
ejercito de monstruos por ti.
Tú, que te enfrentabas a la vida por mi.
Llegó ese bicho acelerado que reproduce
células a su antojo con la velocidad de la luz y apagó la tuya. Arrasó con la
mía.
He peleado en la puerta de la habitación
tres cero tres durante cinco días con el destino.
He elevado el grito al cielo
preguntándole a un dios en el que nunca podré creer porqué así. Porqué ahora.
Porqué tú.
He sostenido lagrimas y tragado angustia
para cruzar el umbral y sonreír mientras sujetaba tu mano.
He odiado a la vida por quitártela y
tengo ganas de asfixiar a la muerte con mis propios brazos por amarte tanto que
te llevo con ella.
Algún día le miraré a la cara y le diré
muy despacio. Muy, muy despacio:
-
Hija de puta. H i j a d e l
a g r a n d í s i m a p u t a.
La culpa es un lastre inconsciente que
aparece a veces cuando echo la vista atrás.
Tendría que haberme quedado a dormir ese
Miércoles. Tendría que haberte podido abrazar fuera de una camilla una vez más.
Se me revuelve el intestino cuando me
recuerdo haciéndote un regalo para quimioterapia convencida de que saldríamos
de está.
Yo creía que la vida era menos.
Menos dura. Menos bestia. Menos grande.
Me pensaba adulta y era una cría en un
cuerpo de mujer, escribiéndole textos a los amores imaginarios sin imaginar que
algún día, el destinatario serías tú. Tú, mi realidad más tangible. Mi único.
Y lo único inimaginable es que puedas
volver a decirme que me quieres.
Semejante magnitud. Semejante realidad,
es la que me ha tocado entender en siete días donde he cumplido ciento diez
años de golpe y se me ha agrietado el corazón.
Pero esta vez, se me ha agrietado de
verdad.
Una vez escribí que lo más cerca que
había estado de morir en una cama de hospital fue por amar.
Pues hoy, esa gilipollas a la que
condeno, escribe que el que ha muerto en una cama de hospital eres tú. Y esta
vez sí que estaba cerca.
Y ahora me amputaría la mano con esta
piel achicharrada de terror antes de volver a creer que alguna vez, yo,
mencioné al dolor o invoque la pena.
Porque ambos me han apuñalado el costado
y la sangre que brota es un recordatorio de que mi aorta esta rota para
siempre.
Soy un cuerpo que bombea recuerdos de
Luis. Los ojos llorando por Luis. Las manos perdidas en busca de Luis. El pecho
herido sin Luis.
La
herida abierta Lucía.
¿Cómo vuelvo a reunirme con el resto de
humanos en una cena, en un paseo, en cualquier acto cotidiano de la vida si yo
arrastro tu muerte?
¿Cómo vuelvo a ser tu niña llena de
vitalidad si te dije “hasta mañana” y
mañana estaba eligiendo el color de una caja que te llevaba dentro?
Me veo coja, débil, muy enfadada y
tremendamente decepcionada con el mundo.
Con la perspectiva de este futuro sin ti.
Siento que ya no siento nada excepto que
cada día quince de cualquier mes tengo nauseas y Noviembre ya no volverá a
existir.
Dicen que esta mierda se coloca.
Pero me gustaría que alguien me explicase
exactamente dónde cojones se coloca el beso de buenas noches en tu mejilla.
Susurrarte al oído “Eres el mejor papá
del mundo” y mi columna vertebral resquebrajándose mientras salía de allí a
esperar como tú no ibas a volver a despertar.
Que alguien, por favor, me diga dónde
coño coloco yo, que lo que más amaba con mi ser entero, con cada resquicio de
mis entrañas, se ha ido en siete días y no le puedo hacer volver.
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