KISS ME HARD BEFORE YOU GO




"No sé si es bueno o malo ser capaz de sobrevivir a lo que se ama" 



 
El reflejo roto en un espejo frágil que quisiese darse la vuelta antes que devolverme esta imagen. Mía. Así.
La descomposición de un cuerpo joven que a veces piensa que ahora ya lo ha vivido todo.
Tú partida fue el comienzo de la desnutrición.
Una huelga de hambre incapaz de hacerte regresar. Cualquier sacrificio vano.
Invado cada hueco de silencio con el hilo de tú voz que pronuncia cosas preciosas recopiladas una detrás de otra en mi memoria, esa jaula dónde te retengo muertecita de miedo por si alguna vez te escapas porque es el único lugar dónde puedo guardarte. Cuidar de ti. Amarte.

A veces te salvo de todo lo que no pude en vida los momentos en que cierro los ojos y otras vuelvo al verano de 2012, a las hamburguesas sabor barbacoa, a las películas con rayos de sol y Haggen Dazz de medio día.

A veces, vuelvo a pensar que estás – vivo.

Enfrento las diapositivas de los días de hospital, reconozco tu sonrisa y la mía acurrucadas para alzar el duelo en una batalla perdida desde que te inundaste de sangre por dentro. Pero no me lo dijeron. Y tú no querías saberlo.

No puedo decir que te habría besado más fuerte de saber que iba a dejar de hacerlo tan, tan, tan pronto. Tan, tan, tan joven.
Porque es mentira. Porque te habría querido exactamente como lo hice veinticinco años:

Hasta reventar.

Esto ya es para siempre ¿no? Tu ausencia, digo.
Que mi cuerpo reconozca el dolor a kilómetros de distancia y que la perdida sean dedos que han sellado su huella dactilar en todos los poros de mi piel.

Espero que se anden con ojo la próxima vez que me hablen de problemas porque ahora sé que tu muerte no se puede resolver.
La enfermedad crónica de que a los veinticinco años me hayan mutilado el corazón.
Asumí una realidad mientras te observaba dormir tan pequeñito de repente, tan frágil. Y fue que, nunca había sido verdad eso de que mi cuerpo era cristal y yo una niña necesitada de amor.
Porque ahora tú sí que eras cristal en tan solo dos meses y desde que entré en “boxes” yo, ya no era niña.

Papá, ¿cómo lo hacías? Cómo lo hacías para que desde la reja de aquella cama, agarrada de tu brazo mientras memorizaba tu carita, por si alguna vez, no pudiese ver(te) más, el mundo siguiese pareciendo un lugar que merecía la pena.


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