MÁSTER EN IMBÉCIL.





Y no sé porqué
tengo los cojones
de publicar veinte canciones
que dicen lo que nunca, nunca te diré.

(...)

Y como sea lo segundo,
pensarás que soy un capullo.








Nunca te vas a enterar de esto.
Ni si quiera aunque me leas, que si no lo haces muy a menudo, es probable que acabes en otra entrada, y esta quedé atrás, en el pasado, como nosotros.

Estaba muy bien hoy.
Yo, al contrario que tú he amanecido rara, porque no soy idiota y sé perfectamente en que situación estoy y evidentemente no es la idónea, pero relativamente contenta.

Hasta que la cagas, como siempre en el último momento.
En el último de todos.
“Lo siento eh. Por el error.”

Y lo consigues.
Consigues mi asco hacia ti y hacia mi.
Consigues que yo también me arrepienta de lo que no me arrepentía.
Y tú solo acabas siempre dándome el impulso para largarme.

Me has hablado de amor propio.
El amor propio no es enrollarme contigo o acostarme contigo noche sí y noche no durante seis años.
El amor propio es desaparecer y largarme de una puta vez joder, cuando cada mañana tengo que comerme tus arrepentimientos.

Pensé que necesitabas hablar de ti. Y me parecía bien e incluso necesario.
Pero vamos a ver si empezamos a dejar de ser dos gilipollas y nos ponemos las neuronas en su sitio porque lo que no se puede es casi follar un Domingo y un Lunes preguntarme qué tienes que hacer con cualquier cosa que no sea contigo.

Es intolerable. Y eso sí es amor propio.

Asique tienes razón.

¿qué me quiera más?
Lo hago muchísimo. Y has acertado.
No respecto a comerte la boca, eso no es nada.
Pero sí al respecto de ser tu pañuelo de lagrimas cuando ayer era la tía que te comía la poya.
Hablando en plata sabes. Porque estoy hasta los mismísimos.

Asique, no hace falta que te enteres de nada porque las decisiones que se toman de verdad nunca se cuentan.
La única real previa a estar que yo tomé contigo significo una desaparición de seis meses.
Para que nos entendamos, que cuando ocurre de verdad, cuando lo decido enserio, no te doy el parte.
Y esta, va a durar toda la vida, no seis meses.

Porque si alguna vez se te vuelve a pasar por la cabeza mandarme una cancioncita a los seis meses de Antonio Flores, te recordaré que no me gusta follarte un Domingo para que me llames error un Lunes.

Es verdad joder, eres una puta bomba eh, y lo has inmolado todo.
Hasta a mi.

Ya, ya sé que no te importa lo más mínimo y que como no te gusto nada,
Como ninguna piva te gusta nada,
Como todo es culpa del alcohol,
Como tienes amnesia para todo lo que te interesa,
Y como ya sabes con quién vas a tener hijos,

El no volver a verme el pelo este rizado nunca más no te va a importar lo más mínimo.

Me alegro.

Pero justo por eso, después de seis meses, metete las canciones por el culo.


Todo lo que ni me apetece, ni merece la pena decírtelo a ti, es un alivio poder ponerlo en papel.

Fíjate lo que ha dado de sí tu “perdón” y volver a llamarme error.

Será que para mi los errores se cometen dos veces, pero a partir de la tercera, conmigo no cuentes.
Entiendo que haya muchas a las que les de igual ser tu puñetero lapsus de por la noche, que paciencia porque si con alguna llevas repitiendo el error un promedio de seis años como conmigo, habría que canonizarla.

Pero hoy justo que hemos hablado de qué tolerar y qué no.
Fíjate que follarte es algo que mi amor propio y yo toleraríamos encantadas.
Pero que por millonésima vez me vuelvas a llamar “accidente” u “error”, pues, en fin para que lo entiendas, mi dedo corazón, sí el del centro, se levanta y te dice:
“Monta y pedalea.”
O lo que es lo mismo Que te follen.
Que eso seguro que lo hacen, cada finde alguna. Culpa del alcohol claro. Tú tranqui.


Y ahora sí.
Chao pejcao que estoy hasta el coño.


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