PRENDIDA EN MI ALMA COMO SI CUALQUIER COSA.
Estoy hecha de pedazos de ti.
Ayer fue el cumpleaños de mi abuelo. Hace
diez años que nos dejó.
Y yo no sé si os he contado que Nica y yo
tenemos una relación especial.
Sí, en plan como la que dicen que tienen
los gemelos o los mellizos.
Que están conectados por algo más allá de
la física.
Nosotras todas las noches dormimos juntas
en la distancia.
Porque antes de dormir nos damos las
buenas noches muy bajito en silencio.
Y nuestros pensamientos se agarran de la
mano y se besan suave.
Por eso, nosotras nunca dejamos de estar
la una, al lado de la otra.
Y por eso también, soy consciente de que
ayer fue un día duro.
Porque yo ahora también cuento los
cumpleaños que ya no estás Papá.
Y me duele cada fibra de mi cuerpo.
Asique me he subido a ver al tesoro más
bonito que la vida me ha dado.
Uno de los motivos por los que tanto me
gusta este blog es porque aquí puedo escribir todo lo que en la redes no puedo.
Porque te he dedicado unas palabras, como
siempre que te veo hago, allí donde tu lo puedes leer.
Pero allí, no puedo poner por escrito lo
mucho que me impacta cada vez que abres la puerta y te veo un poquito más
pequeñita.
Cada vez que mis manos llegan a
entrelazarse más y más cuando te abrazo porque te siento más menuda. Y caminas
despacito, mucho más que la vez anterior.
Y me entra miedo.
Muchas veces lo digo por aquí.
Me entra pavor a perderte o ver que te
marchitas.
Pero eso aún no ha pasado porque para mi
brillas siempre con una fuerza brutal.
Con una fuerza de titana.
Y mientras que te veo más menuda y
caminamos juntas a la cocina porque tienes preparado café y galletas me
empiezas a contar cositas como que se te han quemado las lentejas o que te
duele mucho la manita derecha.
Y me encantas. Me encantas tanto porque
me las cuentas que es un verbo muy distinto a quejarse.
Me las cuentas como gajes del oficio. Quitándole miedo u importancia.
Y habría que vernos desternilladas de
risa con las lentejas o habría que verme a mi cogiéndote la mano y dándole
besitos mientras digo sana sanita culito
de rana y entonces te saco otra carcajada (y como me gusta hacerte reír) y
completamos la canción juntas si no sana
hoy, sanará mañana…
Tú siempre hacías eso cuando yo era un
renacuajo con tus pañuelos de seda enganchados en el pelo porque quería tener el pelo largo y me hacía pupa.
Me curabas a besos con esa canción.
Y ahora, me gusta hacerlo a mi.
Me hincho a galletas y café mientras te
enseño los videos para el Videobook.
Mientras veo tu emoción.
Tardo muy poco en merendar porque estoy
ya ansiosa por ocupar mi sitio.
¡Hay que ver! Contigo no aguanto sentada
en una silla. Soy incapaz de hablarte asi.
Necesito ponerme a tus pies en el suelo
con mis manos y mi cabeza en las rodillas.
Me hace gracia escribirlo porque noto
como me repito.
En todas las entradas en las que hablo de
nosotras cuento nuestro ritual en casa.
Las horas acurrucada a tus pies.
Hay una parte de mi que lo repite
constantemente porque quiero recordarlo siempre y tal vez siento algo más de
seguridad dejándolo por escrito.
Porque como ya he dicho, tantas veces
tengo miedo de tu posible ausencia.
Pero para mi, de momento, incluso con mis
veintiséis eso es un imposible.
Tú eres eterna. Yo lo sé.
Me pasa que a veces me pregunto si te
molestaría saber que tengo este diario dónde pongo con todo detalle cada
encuentro juntas.
Cariño, lo hago porque me conozco y
conozco la ira, la violencia y el miedo que me produce la muerte.
Antes solo tenía miedo, pero ahora. Ahora
mantengo a duras penas el tipo con esas conversaciones.
Hace poco estando con J y con J hablaron
de temas que me remitían directamente a Papá.
Y aunque no estaban estrictamente
relacionados con la muerte, tuve un momento de observarnos y sentir que éramos
tres huérfanos de uno de nuestros padres y sentí un dolor atroz en el pecho.
Quería pedirles un abrazo pero no me
atreví. Porque nunca me atrevo.
Y siento como bulle una violencia atroz
en mi por no poder encajar ese tema con la fuerza con la que me gustaría. Pero
sé que aún es pronto.
Solo que a veces, odio esta manía mía de
ir por la vida como si fuese una femme
fatal cuando por muy fuerte que sea y lo soy coño, hay tantas veces que
solo soy una chica con miedos y frágil y vulnerable.
Pero bueno, todo esto no importa, es
simplemente que me gustaría que nunca te enfadases por esto.
La escritura, y eso viene del abuelo y de
Papá, ha sido siempre un refugio en mi vida.
Sobre un escenario y sobre un papel a
veces, soy capaz de volar.
Jope Nica, ¿sabes que me parece fatal?
Que después de tantas conversaciones infinitas, después de tantas confidencias,
haya sido hoy cuando me he enterado de que sí, en las fiestas de Villalba fue
vuestro primer paseo juntos; pero que realmente fue dos meses antes en un vagón
de tren dónde cruzasteis miradas y palabras por primera vez el abuelo y tú.
¡Y qué historia!
Resulta chicos, que mi abuela trabajaba
en un hospital de Ávila y cogió un tren hacía Villalba para visitar a su
hermana.
Tiempo antes la sobrina de mi abuela le
había presentado a unas amigas y a un amigo. Este amigo resultaría ser el
hermano de mi abuelo.
La cuestión es que sin saberlo ya tenían
personas en común pero ellos desconocían la existencia el uno del otro.
Y ese día en el vagón de tren un chico se
sentó al lado de mi abuela y se empezó a liar un cigarrillo. (Sí, por aquel
entonces se podía fumar en los trenes).
Y mi abuela que era muy sociable y
cariñosa, pues tras el típico saludo de
“Hola
buenas” cuando una persona se sienta a tu lado, Nica
le dijo muy pizpireta:
¿Qué
tal, vas a Madrid?
Y el chico con su cigarro respondió: “No. Me bajo un poco antes en Villalba”.
¡Anda
como yo! Respondió mi abuela.
Para que os hagáis una idea Villalba no
es muy grande, y si trasladásemos esta conversación a día de hoy, sería lo
típico de cuando te topas con alguien con quien tienes un lugar de veraneo en
común o un pueblo o un colegio e intentas sacar gente en común.
Pues eso empezaron a hacer Nica y Marcelo
aunque de una manera un poco más graciosa.
Yo no podía parar de reír mientras mi
abuela me contaba esto.
La cosa es que Marcelo le dice de
repente:
Oye,
y tú no conocerás a Evita Pato
En este momento yo estaba desternillada
en el salón.
¡Ay,
sí! Claro que conozco a Evita Pato!
Y aquí es cuando Nica me cuenta que ambos
estaban hablando de dos Evitas Pato diferentes. (Según reescribo esto que Nica
me ha contado sigo riéndome delante del ordenador).
Lo más fuerte del asunto es que la Evita de mi abuela y la Evita de mi abuelo eran dos personas
distintas pero ¡eran primas!
Bueno, continua mi abuela, la gracia de
todo esto es que cada uno tenía a una en la cabeza pensando que eran la misma y
entonces mi abuelo en un intento de flirtear
con Nica saca una libreta del bolsillo (él siempre fue hombre de libretas.
Lo apuntaba absolutamente todo. Todo lo diferente. Eso siempre me encantó de
él. Por algo era poeta. Y también me encanta porque me recuerda a mi con mis
diarios.)
Pues eso, saca la libreta y con una
sonrisita picarona y para hacerle la bromita jugona a Nica, saca el boli y apunta delante de ella:
Hoy.
En el vagón de tren viajando a Villalba con Elvira Pato.
Entonces Nica que era muy chula cuando
ella quería y sobretodo muy adelantada a su época se le acerca al hombro, le da
un golpecito y le dice:
No
majo. Ni Evita ni Pato. Yo soy Alejandra y para algunos Alejandrina. Asique ya
sabes.
Vosotros tal vez no, pero para mi esta
historia es mágica. Me tendríais que ver llorando de la risa en sus rodillas.
No daba crédito. Era como estar viendo una película.
“Más, más abu” le digo como si me hubiese
convertido en niña de seis años impaciente y disfrutona.
En este momento Nica que también esta
desternillada, y además ella es maravillosa porque cuando se ríe mucho le caen
lagrimas de los ojos, pero son preciosas porque son de felicidad y repito, yo
soy feliz haciéndola reír, me dice:
Hija,
lo peor de todo es que tu pobre abuelo había hecho esa gracia porque la Evita
Pato que él tenía en mente era la prima guapa.
Pero
la que yo tenía en mente era bastante vieja y no muy agraciada. Y claro, pensé,
pero este de que va sacándome ese parecido, ¡Y con la libreta de repente! Pero
que chico más raro.
Jo, sé que en papel es difícil. Por aquí
que para mi es como el folio supongo que también, pero si la hubieseis visto
contando esto.
Hablando de aquella confusión,
interpretando el personaje de ambos.
Ha sido de los momentos más maravillosos
que me guardo para siempre.
No os voy a contar toda la historia, pero
sí os voy a resumir.
Tras ese encuentro en el vagón cada uno
siguió su rumbo. Mi abuelo se llevó el nombre (esta vez y tras la corrección
algo humillante por su intento de flirteo venido a menos de mi abuela)
correcto. Y mi abuela se llevó el suyo.
Y cada uno a su casa.
Mi abuelo se lo contó a su hermano, que
ya conocía a mi abuela por esos amigos en común de los que os he hablado antes.
Pero no podía imaginarse que se tratase de la misma.
Y mi abuela se lo conto a sus amigas que
de nuevo, eran amigas de mi abuelo. Pero nadie podía imaginar que se trataba de
las mismas personas.
Y lo maravilloso fue, como dos meses
después, cuando la vida podía haberles deparado personas y circunstancias deferente,
estas personas que tenían en común, les juntaron sin saberlo y por pura
coincidencia en las fiestas de Villalba.
A partir de ahí es otra historia
maravillosa que alguna vez ya he contado por aquí.
¡Tirad de entradas anteriores compis!
¿No es precioso? Casualidad o destino.
¿Existirán las personas destinadas a encontrarse? ¿Será verdad que hay que
pasar por unos para llegar a otros?
¿Será que un hilo rojo nos une? Jo, esa
leyenda siempre me ha parecido tan bonita.
Hoy se lo he preguntado a Nica. También
le he preguntado qué diferenció a mi abuelo del resto de pretendientes (así los llama ella y a mi se me hace la boca agua y
quiero comérmela a besos.)
¿Sabéis lo que fue? Aparte de su abismal
pero gracioso intento de ligar con ella y la libreta claro está.
FUERON SUS MANOS.
Claro, vosotros ya sabéis que mi
debilidad son los ojos y las manos.
Y yo, a día de hoy, no sabía que la
debilidad de mi abuela ¡también eran las manos!
Pero sinceramente y me fastidia
reconocerlo, ella como siempre, está por encima de todo.
Porque la cosa no ha quedado en que a mi
abuelo le diferencio del resto las manos. No.
Ella no se refería a que tuviese unas
manos bonitas, que por supuesto, para las mujeres que como mi abuela y como yo
tenemos esa debilidad es fundamental que lo sean.
Para ella concretamente fue:
Tu
abuelo cariño, hablaba mucho, pero lo más bonito es que hablaba con las manos.
Todas
las historias que contaba, cuando las contaba, lo hacía al ritmo de un
movimiento de manos.
Y
entonces me di cuenta de que sus manos eran capaz de conversar a la vez que de
acariciar.
Y
eso, eso le diferenció del resto.
Pues ale, aquí paz y después gloria.
A mi, que una mujer, mi mujer favorita
del mundo, con una guerra atroz de por medio y una época en la que las mujeres
tenían ínfimas posibilidades culturales comparadas con las de ahora me suelte
una frase así, me deja pensando qué nos ha pasado.
Y os explico porqué.
Yo, romántica empedernida hoy he leído
una frase preciosa dicha por Amy Winehouse y dice así:
Im a very romantic person.
I don´t mean romantic in a flowers and chocolate
kind of way.
It´s more like if it´s raining, I´ll go up to the
window and press my nose against the glass and sigh at how beautiful it all
looks
Bien, pues yo vivo eso cada día. Yo he
pegado mi naricilla al cristal observando la vida. Tratando de observar la
belleza.
Yo todavía me pongo la música a todo
volumen y pego la carita al cristal del bus o del coche y observo. Y luego saco
mi cuaderno y escribo.
Y ya desde pequeñita pegaba el hociquillo al cristal e inventaba
historias cuando me sentaba en la parte de atrás del coche en un viaje con Mamá
y Papá aún juntos.
Toda mi vida igual…
Ay mi Amy, ay.
No me he vuelto loca. Tranquis. Me voy
por las ramas habitualmente pero no tanto.
Esto tiene un motivo.
Y es, porque si recopilo aquello que mi
abuela ha dicho y esto que acabo de citar no puedo entender que cuando le
pregunto a mis amiga/os sobre el amor o sobre qué le o la diferenció del resto
nadie pueda describir algo asi.
¿Qué nos ha pasado con el amor?
Molaría que os hicieseis esa pregunta.
Ya sé que yo soy una intensita de la vida
pero joder, yo sí podría decir qué fue lo que le diferencio del resto a mis
pedruscos grandes hasta el día de hoy.
A mis piedrecillas pues hombre, eso no.
Tampoco vamos a ir de farol por la vida.
Pero a los pedruscos.
Joder uno sabe que son pedruscos porque
siempre tienen un distintivo a diferencia del resto.
Pensadlo.
A mi es algo que me parece importante y
sumamente bonito.
Y cuando hablo de un distintivo no me
refiero a:
Una voz bonita. Unos ojos verdes agua
marina. No.
Me refiero a que sepas que tiene una
sonrisa diferente si esta viendo una película que le gusta.
Me refiero a si tiene una manera de
tocarse el pelo cuando esta nervioso/a
Me refiero a si tiene una voz diferente
cuando lee de cuando habla.
Me refiero a distintivos reales. A la
raíz de la palabra distintivo.
Para
Nica, las manos de mi abuelo contaban historias.
Creo que debería cerrar esta entrada con
esa frase.
Porque lo más bonito de todo es que ella
no lo hace aposta.
Deberíais verla con que naturalidad emana
perlas por la boca como si no se diese cuenta de que podría remover el mundo de
cualquier ser humano con frases así.
Pero ella habla, a mi se me corta el
aire, está preciosa cuando lo hace y ni siquiera lo sabe.
Ese tal vez sería mi distintivo hacia
ella, aunque ahí me meto en un berenjenal porque de Nica podría decir infinitos.
Pero si tuviese que elegir, le diría que,
Ella
cuando habla hace el mundo mejor y entonces se pone preciosa y ni siquiera se
da cuenta de lo bonita que es.
Nica, eterna Nica y siempre, siempre
Nica.
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