RIDE.



 "I believe in the kindness of strangers.
 And when I am at war with myself
 I ride, I just ride."  - Lana Del Rey







Fue la reina de todos mis males.
Una princesa de barrio.
Su pelo suelto era un poema inacabado.
Las converse desgastadas de tanto caminar por los desastres.
Un alma de Resaca, siempre arrepentida.
Novia de Brando, amante de James Dean y un “As” en la manga para jugarse la cara en partidas perdidas.
Había diez mil canciones en sus ojos,
El cine mudo en los labios,
Tener la ultima palabra fue ella dándome la espalda.


El túnel oscuro a trescientos por hora con un canuto en la mano y la cerveza caliente era una metáfora “light” para las noches de cama.
Sus manos, juguetes rotos de infancia.
La adolescencia una despedida entre papa y mama.
Alcanzó la madurez escupiendo “te quiero” y recogiendo “me quiero.”
La yegua sin freno de Marea que se comió la luna para decirme que después de eso, yo siempre le sabría a poco.


No pude dedicarle nada, excepto noches etéreas, algún verso que se me quedo en el cenicero y humo, mucho humo en la recamara.
Ella, devoro mi instinto a lobo de piel fría.
Se bebió la vida y me devolvió los restos masticados de un amor mas de contenedor que mío.
Contrabandista de emociones. Le gustaba ser sincera a la hora de irrumpir el pecho de su presa ametrallando un: “No me conformó con esto.”
Alguien me pregunto quién era esa, y conteste:
Imposible salvar el “Titanic” de un Iceberg que no avisa, eso era ella.


Visceral hasta la medula.
Una bofetada antes del orgasmo,
Una renuncia antes de follarnos y después fallarnos.
A galope entre ayer y mañana no supimos quedarnos en hoy.
Tampoco sé si habría podido sostenerla porque era equilibrista nata de cuerdas flojas, de paseos por el lado salvaje, de encontrar lo que ama y dejar que la mate – o nos mate.
Si algo le gustaba lo exprimía hasta el final para que cuando llegase el momento de abandonar, ya no pudiese echar de menos.
No temía las recaídas, así agotaba el poder adictivo de los elementos.
Aviso: Hacía igual con las personas.



Nunca pude intuir cual de todos los “hasta siempre” era el definitivo, hasta que dejo de volver.
A día de hoy, la imagino de noche, perdida en la tarima de algún bar, sonriendo a los desconocidos, porque ya sabemos que la señora Dubois siempre dependió de ellos.
Sin coche, vale, pero sin frenos también, porque Margot.
Seremos “cosas que se cuentan” porque “ya veras” solías decirme, y sí, lo vi.
Vi como nos desmerecimos.
Vi como no regresaste.
Y, además, porque “tú tan guapa” ya nunca esperas encontrarme, y yo, tan absurdo te pienso ráfaga huracanada que golpeó la mejilla derecha.
Pero, ya se sabe, “si eres aire, te iras” esta vez, sin dormir conmigo.


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