17. 08. 19
Madrugada del 17 de Agosto. Madrid.
Otra parada más en mi ciudad.
Estoy sola aquí. En casa.
Mamá y Carlos están lejos.
Yo he vuelto con el veneno de una
picadura infectado. Ya me han curado.
Veneno. Suena mucho más fuerte de lo que
ha sido, pero me resulta irónico decir que he sido envenenada, que el veneno se
infectó, que sobrevivo, otra vez.
También he vuelto con el pie derecho
jodido.
Tócate las narices. En pleno verano y
todo apuntaba a una fractura del quinto
metatarsiano. Urgencias arriba y abajo.
Al final es otra cosa. Nada grave
tampoco.
Pero tobillera y analgésicos de caballo
por un tubo.
De alguna manera u otra estaba claro que
iba a necesitar doparme. El dolor y no me refiero al del pie, no sana tan
fácilmente. Esta es la puta realidad de la vida colegas.
Jorge me ha inyectado aire.
Si no hubiese estado aquí. Si no me
hubiese recogido en Atocha tantas cosas se habrían desgarrado del todo por
dentro.
Papá siempre me recogía en Atocha.
Papá me salvó de tantas noches durmiendo
en la calle, porque tantas, tantas noches he jugado con fuego hasta quemarme.
Él nunca dejó que las quemaduras
filtrasen la tercera capa de piel.
Y Atocha sin nadie a quién abrazar en la
salida hubiese sido un hoyo de tierra con una cadáver sin lapida, sin flores.
Es tan espeluznante imaginar un
cementerio sin flores.
He querido llamar a personas para que
viniesen aquí.
He querido llamar a personas única y
exclusivamente para pedir un abrazo.
Pero,
Una está muerta.
Otras están lejos.
Y otra nunca me ha querido abrazar.
Luego no he tenido ganas de hablar con
muchas otras que me consta que hubiesen estado. Pero es que hay personas como
yo, que cuando están francamente mal, son muy selectivas (y no siempre de
manera correcta) con quién compartir el despojo que llevan por dentro.
Yo, soy de esas. Selectiva a la hora de
que abracen mi dolor.
Afortunada porque muchos lo harían, pero
solo me apetecen cuatro y a falta de ellos, serán siempre mis brazos el mejor
refugio que encuentre.
Este verano además de accidentes en mi
cuerpo han ocurrido cosas bonitas.
Mi mejor amigo me llamó inesperadamente y
sin previo aviso para decirme “Vuelve”
o más bien, “Déjame volver”.
Y sobretodo, “Te echo de menos”.
En mi opinión este es uno de los actos
mas hermosos que podemos regalarnos los seres humanos entre nosotros.
Una extensión del amor.
Me hizo sentir valorada. Comprender que
los dos años de amistad desde que le conocí inesperadamente aquel verano ya
lejano, no habían sido en vano.
Que yo, había dejado huella en su vida.
Que él no quería seguir sin mi.
Eres
importante en mi vida son palabras que no
deberíamos olvidarnos de decirle a las personas que amamos cada pequeña
fracción de tiempo.
Cada vez me doy más cuenta.
Y por supuesto, amparar esas palabras con
hechos. Quizás eso es más difícil pero yo creo que el truco reside en no
olvidarnos cuando están y recordarlo cuando ya es tarde.
Hay
que tener memoria para el amor.
Dentro de nada huyo a mi casita del mar.
Voy cargada con novela nueva.
FitzGerald
ha marcado mi verano con “Suave es la noche” y Carlitos que aunque de pocas palabras tiene
el don de brillar con hechos, me regaló del mismo autor aquella que andaba
buscando como loca desde hacía tiempo:
“Hermosos y malditos”.
Imaginad con ese titulo las ganas que
tengo de devorarla.
Esta noche solitaria en Madrid he leído a
Ana Pérez Cañamares y se me ha erizado la piel y humedecido los ojos.
Las poetas
…
todas las categorías pasan de largo
o se nos quedan cortas.
Jorge me ha llamado un rato.
Mañana iremos a comer o a tomar cervezas y hablaremos de la ciencia vs lo humano. La química y las matemáticas vs el amor. El psicoanálisis
vs el genoma.
Disfrutamos como críos.
Jorge me ha salvado y yo aún no sé cómo darle las gracias porque
aún no sé como se describe el luto que llevo por dentro.
Pero cuando toda esta montaña de dolor se encaje algún día, sabré
darle las gracias mejor.
Ojalá pueda invitarle al concierto de Nacho Vegas, cuando eso
ocurra.
Bueno,
Solo eso, que huiré pronto al mar.
Incluso magullada no hay dolor que el agua con sal no haya
conseguido diluir.
Excepto lo que te echo de menos. Eso no ha encontrado manera de
colocarse aún.
Son las dos de la mañana
un Agosto en Madrid y hubiese necesitado tanto que alguien me llamase princesa.
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