LA ÚLTIMA DE CHAPLIN POR CHAMPAGNE.










He puesto lavadoras.
He vivido a base de macarrones, cereales y colacado estos tres días de parada por Madrid.
He roto maletas.
He deshecho y hecho como cinco o seis durante el verano. Odio hacer y deshacer maletas, muchísimo. Desde siempre.
Pero ya está, todo listo para largarme.
No sé si viajar de noche, así no me trago otra noche sola en casa. Además me encanta viajar de madrugada, desde peque.
Recuerdo ir con Papá en coche de madrugada con la música muy alta, con las luces de millones de hogares iluminando el horizonte.
A mi me gusta imaginar historias cuando miro por la ventana del coche. De siempre.
Alternábamos la música con la charla. Eran mis viajes favoritos.
Hace un montón que no viajo de noche.
Respecto a lo de no pasar otra noche en casa, pues no es porque mi casa no me guste o la soledad no me guste. No.
Me encanta estar sola en mi casa, pero solo durante el día. Reconozco que mi casa por las noches me da miedo porque es demasiado grande y mi cabeza se dispara con gran facilidad con todo always. Por las noches más.

He pensado en eso mucho estos días aquí.
Tengo ganas de empezar Septiembre porque no quiero que pase de este año el independizarme.
Aún no lo tengo del todo pensado ni hablado.
Pero con todas las cosas que pasaron el año pasado mi proyecto de irme a vivir sola se vio bastante paralizado.
Además mi psicóloga me recomendó no hacerlo porque anímicamente aun no estaba lo suficientemente fuerte.
He tenido muchas noches de ansiedad, de angustia, de orfidal y de mamá teniendo que venir a dormir conmigo.
Las pesadillas eran lo peor.
Echarte de menos sigue siéndolo.

Pero ahora que he visto que también puedo pasar esas crisis sola tengo ganas de retomar mi proyecto de independencia.
Me apetece una casita en el barrio de las letras, en Malasaña, en Ópera o La latina.
No quiero que sea grande, para nada.
Un pisito pequeño y acogedor. Con el espacio justo para convertirlo en hogar y poder distinguir entre salón y dormitorio.
Con eso me vale.
Quiero que tenga luz. Mucha luz. Me apetece distinguir la mañana invadiendo todo el piso cuando me levanto. Nada me hace más feliz que ver el sol bañar la capital cuando abro los ojos.
Me apetece tener una estantería gigante. Para forrar las paredes de libros.
Hay gente que siempre se fija en las neveras de las casas. (Tengo un montón de amigas que lo dicen siempre.)
A mi las neveras me dan mazo igual.
Pero una librería. Una casa con libros, eso nunca pasa desapercibido por mi parte.
Me gusta saber cómo son los habitantes de las casas que conozco y aquellas en las que hay libros ya hablan de las personas que habitan dentro.
Luego me acerco para echar un ojillo rápido a los títulos.
Eso siempre me ha hecho hacerme una idea de las personas. Y me gusta.
No juzgo eh, para nada. Solo imagino como son por los libros que leen.
Y eso me gusta.

Bueno pues eso, que mi apartamento va a tener una librería gigantesca.
Y si no cabe, por lo de que no quiero un piso especialmente grande, los amontonare y los distribuiré por distintos sitios de la casa. Mi desorden ordenado como dicen.

Iré con Mamá a comprar cositas de segunda mano. Me gusta mucho más que Zara Home y esas vainas de decoración.
En las tiendas de segunda mano encuentras joyas preciosas a las que tienes la oportunidad de dar una segunda vida. Y eso me parece súper guay.
Quiero un tocadiscos y quiero vinilos.
Y no me importa si no funciona nada a la perfección. Eso es lo de menos.
Me gustaría tener en vinilo a Patti Smith y a Leonard Cohen.
Las noches que cocine cualquier cosa (porque se me da fatal cocinar y acabo siempre tirando de macarrones) y abra una cervecita bien fría o una copa de vino (dependiendo del mood) quiero poder escuchar a Clapton, Dylan, Hendrix, Los Beatles…
Y en los atardeceres, esos que tiene Madrid a veces que son jodidamente bonitos, también con una cerveza, ahí no quiero vino, escuchar a Kurt, Amy, Lana…
Finalmente por las mañanas en bragas bailando por la casa Los Rolling muy, muy, muy alto. (Jo, espero no cabrear a los vecinos).

Vamos, que quiero mucha música porque joder, y esto todos lo hemos pensado, hay mazo momentos en la vida que deberían tener banda sonora.
Cada uno que elija la suya.

Para los días más tristes, esos en los que tirarme a escribir horas y horas, (acordaros de la frase que tanto me gusta de Angélica: “Escribir es como llorar”)
Pues para esos días, Joaquín, Nachito, Serrat y Quique.

Pero lo bonito es que todo este orden de música puede cambiar y mezclarse como se quiera para todo tipo de ocasiones y de momentos y elegir a boleo, con los ojos cerrados, borracha, desvistiéndome para un polvo en la cocina, o en el salón, en el suelo o en la lavadora, mientras te besan en la cama despacito en la frente o mientras te dicen “Te quiero.”  Aunque para esto último prefiero no tener música. Solo ojos. Clavarnos los ojos.

Me apetece que el barrio dónde viva este lleno de cafeterías.
Pero no de esas caras en las que la gente va muy bien vestida.
Quiero cafeterías de barrio. De esas en las que el camarero ya te conoce y te pone el café y el croissant tal y como te gusta. De esas en las que acabas preguntándole por su día y siempre te saca una sonrisita con algún piropo bonito.
Me gusta la idea de bajar a desayunar los sábados y estudiar guiones con el café y las tostadas recién hechas entre el bullicio del barrio. 

Quiero antros y bares de noche. Bajarme a la una de la mañana después de liquidarme una botella de vino mirando la luna a beber las copas que me dan la real gana escuchando música en directo. Recitales de poesía. La magia de las madrugadas de Madrid.
Porque no me creeréis pero yo que he vivido en NY, os digo que la verdadera ciudad que nunca duerme es Madrid. Sin duda alguna. 
También tengo que tener cerca teatros. Microteatro. Salas alternativas dónde hacerte una maratón de obras y comentarlas en el bar después. 

Me apetece un montón organizar cenas en casa.
Tirados por el suelo a modo de picnic. Con litros de alcohol. Con litros de conversación.
Quiero conocer a poetas y filósofos. Músicos, actores.
Pero también quiero conocer a médicos y abogados.
Que mi hogar sea un lugar para reunirnos y aprender de todo, que las conversaciones sean tan dispares que nos encontremos a las seis de la mañana viendo amanecer, borrachos como cubas sin haber salido de casa aún.
Siempre he soñado con organizar tertulias y recitales de poesía en el salón.
Un día a la semana. Eso también lo haré.
La noche del arte lo voy a llamar creo.
Y todos vendrán a hacer lo que quieran.
Recitar, leer el pasaje favorito de algún libro, tocar la guitarra, las maracas o el bombo.
Me la pela. Lo importante es hacer y compartir arte entre nosotros, en el salón de mi pequeña casita.

Quiero fotos a modo de polaroid para colgar en el cabecero de mi cama.
Quiero una muy grande, de Papá y mía.

Quiero cortinas blancas y muebles blancos (Mamá de joven lo quería todo blanco también. Alegre y romántico con bordados).
Pero también quiero madera antigua y caoba. Quizás esto último me gusté más.
Tal vez encuentre la manera de alternarlo.

Me fliparía tener un pastor alemán. Un cachorrito al que cuidar, y mimar y consentir y volcar todo, todo, todo este amor que tengo para dar.
Le llamaría Key. En homenaje al pastor alemán de Papá.
Pero en mi primer pisito pequeño, soy consciente de que no podría.
También me gustaría una azotea que iluminar con lucecitas de esas pequeñas color tierra. Pero eso me da a mi que también va a ser mucho pedir de primeras.
Todo llegará. Eso seguro.

De momento tendré que empezar por un gatito o un cachorrito de una raza más pequeña.
Los labradores también me gustan mucho.
Cualquier raza que no sufra en piso pequeñito, eso es lo más importante.
Y sí, tengo claro que tendré mascota. 
Y la abrazré muy fuerte en el sofá por las noches viendo cine.
Toneladas de cine. Películas en blanco y negro que son mis favoritas.
Se va a tener que tragar a James Dean, a Paul Newman y a Brando pero me lo imagino ronroneando acurrucadito en mi pecho y me encanta. O lamiendome la mejilla y me gusta aún más.
Mis padres me prometieron un perrito desde los dieciséis y es la única promesa que nunca cumplieron y nunca olvidé.
Estando sola en casa, me parece imprescindible tener un compi al que darle todo el amor que llevo guardadito y que además te devuelven con creces.
Cada día pienso más eso de que muchos animales son mil veces más leales que la mitad de las personas que conozco.

Respecto al olor, (Qué os pensáis también tengo claro como quiero que huela nada más abrir la puerta.)
Y quiero que sea igual que el de la casita de soltera de Mamá. Ha incienso.
Mamá me ha hablado mucho sobre su primer apartamento en Ópera, donde se colaba Papá a dormir muchas noches…
Mamá y yo nos parecemos muchísimo.
Después de estudiar guiones, por las noches, se escapaba al bar de Víctor y se pegaba unos buenos afters con individuos como Sabina, asi, ni más ni menos…
Las anécdotas de Mamá en su juventud son increíbles, pero eso es otra historia.

Voy a forrar las paredes con posters de cine. De mis peliculas favoritas.
habrá uno de La gata sobre el tejado de Zinc, de Rebelde sin causa, de Un tranvía llamado deseo, El crepúsculo de los dioses... y mil más que lloré junto a Mamá.
Woody Allen, Hitchcock, Eastwood... Las que Papá me enseñó.
Y por supuesto tanto como para libros, en mis estanterías será obligatorio hacer hueco a millones de películas. Nunca debería faltar el cine en ningun rincón de la vida de una persona.


Realmente y sobretodas las cosas, lo que más quiero que tenga mi pisito es calidez.
Y no me refiero a la temperatura.
Me refiero a que quiero sentirme en casa. En la mía.
Que haya Lucía por cada esquina. Que sea mi refugio a imagen y semejanza mía como también lo es este blog.
La casita de uno debe de ser el lugar donde llorar, reír, bailar, follar, amar, no dormir y dormir mejor del mundo entero.

La casita de uno debe ser su propio refugio en el mundo.

Y estoy deseosa de colar por las noches a compartir cena, vino, cervezas, libros, música, conversación, alguna trampita a veces y cama a algún soñador de pelo largo como decía Marea.
Pero sobretodo estoy deseosa de compartirla conmigo.
Porque de un tiempo a esta parte, la mejor lección aprendida es que yo, mi, me conmigo es prioritario para ser feliz. Y estoy en ello.

Madre mía, lo que ha dado de sí la reflexión acerca de vivir sola.
Voy a dejarlo por hoy, que mañana tengo que ver el mar.
Pero bueno, que cada día veo un poquito más cerca la hora de volar.
Creo que va a ser un primer pisito con rasgos de hogar  y estoy deseando conocerle.










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