IN MY SECRET LIFE
No se muy bien sobre qué vengo a escribir
hoy aquí.
Pero sé que necesitaba escribir. Lo sé
porque después del día entero, sobre las diez se me ha apretado muy fuerte la
garganta o el corazón, aún no lo se y me he hecho pequeñita en el baño sentada
contra la puerta a oscuras.
Y de repente, porque aunque de siempre es
de mis artistas favoritísimos del mundo, llevaba un montón sin escucharle, (y
cuando digo un montón puede ser tranquilamente un año sin ponerme algo de él) y
en mitad de la oscuridad, ha sido súper extraño, lo único que se ha pasado por
mi cabeza ha sido su canción.
Entonces me he quedado ahí, en la
oscuridad quietecita escuchando todos mis temas favoritos en bucle.
Después de esto he sentido la necesidad
de reflexionar y eso solo sé hacerlo bien en papel.
La canción de la que hablo y que he
puesto primera de todas ha sido In my
secret life.
Aún recuerdo cuando Mamá me la descubrió.
Fue la misma noche que me enseñó a Patti y a Suzanne Vega.
Ese día, solas en casa porque tú ya no
estabas con nosotras Papá, yo estaba en el apogeo bueno miento, porque he
tenido tantos que hablar de ese como el mayor quizás sería falso. Pero en
cualquier caso en uno de mis apogeos de aquellas rachas de rebeldías jodidas.
Mamá siempre creía que me perdía.
Tú, solías tener más esperanza.
Nos gritábamos, llorábamos, mentía, todo
se desmoronaba.
Y por primera vez en la vida, en vez de
ir a peor, no recuerdo cómo exactamente ni porqué, fue ella quién cambió el
tercio de todo.
Me jode no recordar al milímetro cómo
fue, pero supongo que nuestro cerebro borra las cosas dolientes.
Por eso sí puedo recordar como se volvió
una de las noches más mágicas que he vivido con Mamá. Solitas. En aquella casa
que fue nuestra y tú habías abandonado.
Empezó a esparcir vinilos por el suelo.
Porque Mamá tiene infinitud de vinilos.
Saco fotos suyas de joven.
Trajo kilos de maquillaje al salón.
También ropa. Muchísima ropa rara y de
colores y sombreros y todo tipo de adornos.
Nos sentamos allí. En el espacio que
había entre los sofás azules.
Literalmente en mitad del salón.
Con cuánto amor recuerdo la casa de
Doctor Esquerdo. Puedo recordar absolutamente cada detalle de allí.
Y las dos tiradas entre ropa, vinilos y
pintura comenzamos a contarnos historias.
Ella me hablaba de su vida. De todas las
cosas que hacía desde cría hasta esos momento de la veintena que curiosamente
yo vivo ahora, y por aquel entonces cumplir veinte me parecía tan lejano.
Ahora sin embargo, la adolescencia de
aquella época me parece tan inalcanzable.
Bueno pues mientras me contaba historias
del cine, de amantes secretos, de viajes inacabables, de música y de la vida en
general, también mirábamos fotos y me maquillaba, y nos disfrazábamos y joder,
que empezamos a jugar.
Se paró el tiempo y por una vez,
estuvimos más unidas que nunca.
Por una vez éramos solo dos mujeres
descubriéndose. Jugando a los disfrazes.
A maquillarnos. Una madre y una hija una
noche de bachillerato después de un divorcio.
Fue ese día cuando comenzó a poner
vinilos.
Fue ese día cuando sonó Because the night
Cuando sonó In my
secret life
Cuando sonó My name is Luka
Y muchas, muchas más.
Y entonces bailamos. Y nos dimos la mano
y fuimos en círculos.
Y yo creía que vivía entre garitos de
humo y hippies bohemios de la gran manzana.
Volábamos de la mano por Nueva York, por
el hotel Chelsea… estábamos jugando y estábamos soñando juntas.
Este es de los recuerdos más especiales e
inolvidables que tengo con mi madre.
Nunca me atreveré a decirle que en parte
es, no solo por la obviedad de la magia del momento compartido, sino porque
nunca volvió a hacerlo.
Me refiero con eso, a que nunca supo
frenar una bronca con amor después de aquello.
Supongo que la culpa no es solo suya.
Tenemos un carácter tan parecido que.. en fin.
Pero ojalá supiese que hay veces cuando
nos estamos destrozando que lo único que quiero es que vuelva a pintarme la
carita, llenemos el suelo de vinilos antiguos y nos disfracemos para empezar a
bailar.
Ale, por las ramas de nuevo.
Pero también es bonito joder.
Es bonito porque Leonard Cohen me evoca
allí. A esa vez que tan feliz fui con ella.
La cuestión es que escuchándole me he
puesto a pensar.
Es de los músicos que más me gustan
porque sus letras son sencillamente acojonantes.
Se habla mucho de Bob Dylan por ejemplo.
O de los Beatles.
Y claro coño, normal que se hable me
diréis. Pues sí, obviamente. Acojonantes.
Pero joder, entonces también sería justo
hablar de Cohen.
Siempre he pensado que todas sus
puñeteras letras son relatos. Podrían ser novela.
Y no andaba muy equivocada cuando en uno
de mis últimos cumples Papá me regalo un jersey azul de cuello vuelto (que
eternamente será mi jersey favorito), una pulsera de plata que perdí igual que
dos anillos y ahora mismo no voy a poner en papel nada respecto a eso porque no
se calificar el dolor que me produce no tenerlos ya. Fue antes de perderte a
ti. Pero yo que jamás pierdo ese tipo de cosas porque para mi no son simples
joyas, esa vez sí las perdí y luego te perdí a ti.
Asique bueno, pasando de esto. No pienso
entrar ahí. Continuo.
Entre esos regalos: A mil
besos de profundidad. El libro de canciones y poemas de Leonard.
Con ese título señores, como no va a ser
un genio.
Es curioso cuando rememoro todo esto
porque fue Sandri quién te descubrió a Leonard Cohen a ti Papá.
Y luego a mi.
Y luego tú me regalaste su libro.
Sabes jefe, creo que tú aprendiste mucho
de Mamá.
Y creo que era cierto cuando os
enamorasteis de nuevo.
Y creo que sí. Que eso es la vida. Que un
amor no puede quitar otro porque lo que os aportaron vuestras nuevas parejas
jamás os lo habríais podido aportar vosotros.
Eso es muy real.
Y yo lo he vivido desde dentro.
Pero a día de hoy soy enormemente feliz
cuando os pienso.
Porque os enseñasteis juntos tanto que
luego concentrasteis en mi todo.
Lo mejor de ambos. Y por supuesto, lo
peor.
Pero creo que eso pasa siempre. Lo
importante es poder ponerle nombre y cura para no repetirlo.
De esto hablo mucho con mi psicóloga.
Intento aprender a controlar todo aquello que no quiero repetir en un futuro
con mis hijos.
Porque no quiero que carguen con mis
lastres ni mis taras.
Crecemos por repetición o por oposición.
Eso lo decía Freud.
Y yo lo hice por repetición.
Y soy la personas más feliz del mundo
cuando me doy cuenta de que estoy llenita de vosotros. Llenita.
Pero quiero poder guardar lo malo en una
cajita para no generar las mismas heridas en las personitas que algún día me
toque cuidar a mi.
Generaré otras. Eso es así. No podemos ir
contra natura y es humano.
Pero si puedo evitar aquellas que detecto
gracias a terapia y a días de muchas lagrimas en el diván, si puedo, lo haré.
Es curioso hablar de esto.
Porque con Mamá y con Charlie he hablado
un montón sobre como me veía de mayor. Y como veía a mi familia.
Pero Papá, contigo no.
Tú y yo hablábamos siempre en presente
como si el futuro fuese algo obvio.
Que irónico. Tú y yo al final, fuimos la
materialización de vivir creyéndonos inmortales juntos.
Y luego.
Luego nos pillo la vida follada por el
mismo carril y de frente.
Bueno Papi, pues como nunca llegamos a
hablar mucho de esto, te contaré que siempre he querido dos niños o cuatro.
Pero quiero un numero par.
Creo que es porque me da miedo que uno
pueda sentirse solito.
Tal vez porque como hija única a veces me
ha pasado.
Tal vez porque desde que tú no estas y no
tengo a nadie a quién decirle “¿Te acuerdas de cuando Papá hacía esto? La
soledad se vuelve mucho más gorda.
Me he quedado solita con tu recuerdo.
Porque como esposa tienes un recuerdo.
Como amigo otro.
Pero como hijo, es de la única manera en
la que puedes compartir desde la misma posición. Eso sí, para eso, tienes que
tener un hermano.
Si no, te quedas ahí, solita, al mando de
pilotar ese recuerdo contra el papel en mi caso.
Pero nadie me devuelve el abrazo.
O la risa frente a una de tus anécdotas.
O la comprensión si digo, ¿te acuerdas de
su manita cuando nos dolía la tripa?
El papel te escucha. Pero no te devuelve
nada excepto tu propio discurso.
Oye lo siento de verdad. Soy muy
dispersa.
Estaba contándote papá, como quiero que
sea mi familia.
Pues algo así como dos o cuatro.
Me gustaría que fuesen dos niñas y dos
niños o un niño y una niña.
Y no te creas que me voy a enrollar
mucho. Porque cuando pienso en cómo quiero que sea mi familia son cosas muy
sencillas las que cubren los parámetros fundamentales.
Quiero que haya chorros de amor.
Y quiero que haya hechos.
Me gustaría que mis niños puedan confiar
en sus padres. Y cuando digo confiar, me refiero a que sepan que no les vamos a
soltar. Podremos regañar, porque hay que educar, pero vamos a estar ahí,
firmes. Quiero que mi familia sea solida.
No quiero que los deberes los hagan con
la niñera siempre. No quiero llegar a casa cuando ya están dormidos sin
arroparles ni darles el beso de buenas noches.
No quiero que se acuesten con la oreja de van gogh y sin mi.
Exijo que las promesas se cumplan siempre
y las falsas ilusiones en casa no van a estar permitidas.
Quiero que los reyes magos sean el día
más increíble del mundo y la magia se impregne en toda la casa.
Quiero leerles muchos cuentos metiditos
en la cama juntos y apretujados.
No quiero que le tengan miedo a Mamá.
Voy a enseñarles infinitud de películas.
Si hace falta me paso un año
descargándome (porque con las tecnologías soy malísima) todos los clásicos de
Disney que tengo actualmente en Video, pero no quiero que se queden en el
Disney de ahora.
Quiero hacer noche de palomitas en casa y
ver Bambi, El rey León, Tod y Toby,
Blancanieves, Pinocho….
En casa siempre habrá magia. Cuidado, no
mentiras y no irrealidades.
Pero magia siempre.
No quiero ni por asomos que nadie que lea
esto piense que mi infancia no fue las mas maravillosa del mundo.
Porque lo fue. Con creces.
De hecho, uno de mis mayores problemas y
muuuuy parecido al tuyo Papá, es que me cuesta mucho crecer.
Y eso es porque allí fui inmensamente
feliz.
Pero jo, si con todo lo bien que lo
hicisteis, porque jamás podré recriminaros nada y mucho menos el amor infinito
que me disteis, puedo mejorar las cosas que quizás, no hicimos tan bien, ¿es
normal que aspire a eso no?
Eh, pero que pienso plagiaros mil cosas.
A la toalla Ferriprunch,
Las salidas de teatro y cenas juntos,
Los reyes magos, las cabalgatas en tus
brazos Papá,
“El juego de los conejitos” metida en
vuestra cama a las 8am sin dejaros dormir más,
Disneyland,
Los viajes,
Las motos de agua,
Los baños raros de Mamá,
Nuestros juegos de mesa los Domingos con
los tíos,
Las tardes de Mcdonalds y cine,
El amor infinito. Ese va a ser mi mayor plagio.
He tenido que hacer muchos ejercicios de
verbalizar todo lo que me ha dolido de vosotros.
He tenido que llorar mucho.
He tenido que averiguar cómo se perdona.
Una vez que he podido poner nombre a tus
agresiones verbales Mamá. A tu violencia.
Una vez que he podido poner nombre a tu
“no estar” como los Papás debían estar, Papá. A tu ser un niño grande.
Una vez que he puesto nombre a muchas
cosas,
He encontrado la más importante.
No venimos con manual de instrucciones
(eso siempre me lo decías tú calvito).
Y se hace lo que se puede, de la mejor
manera y de la más humana.
Y la única manera humana es cometiendo
errores.
Yo, a día de hoy y sobre todas las cosas,
lo que más destaco es que no hubo ni un solo día desde que abrí los ojitos a
este mundo en que pueda decir, que incluso en la peor de las situaciones, no me
sintiese amada con todas vuestras entrañas.
Amada hasta reventar.
Estoy flipando.
No sabía a qué venía a escribir y de
hecho lo único sobre lo que pretendía hacer una reflexión era sobre la canción
de My secret life.
Pretendía preguntaros, ¿qué ocurre en
vuestras vidas secretas? ¿Qué ocurre en la mía?
Qué extraño es pensar que siempre habrá
un rincón de nosotros con un candado que ninguna llave puede abrir. Ni siquiera
el ser amado. Y eso, siempre nos dejará un poso de misterio.
Iba a desarrollar esta idea más pero
después de haber acabado hablando en seis folios de algo que nada tenía que ver
ni de lejos con esto, creo que lo mejor que puedo hacer es callarme y dejarlo
para otro día.
Pues nada, os dejo por ahí mis canciones
favoritas de Leonard Cohen.
Merecen ser escuchadas.
La conclusión de esta bola de ideas o
este despilfarre de emociones vertidas en papel, de recuerdos, no es más que lo
jodida que estoy estos meses.
Que me aterra Noviembre y me aterra el
día de mi cumpleaños.
Que tengo tanto dolor que estoy
bloqueada.
Y por eso, después de vomitar aquí,
durante seis folios, puedo volver a ser yo otro ratito.
PD: En el fondo, somos muy afortunados,
de eso, no nos olvidemos ni cuando solo
seamos capaces de sentir dolor.
Buenas noches.
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