RECUERDAS AQUELLA NOCHE.






Y dime algo que, en verdad, nos distinga...





La niña de las flores en el pelo, de los ojos de lucero...


 
Los Domingos siempre estoy un poco más triste.
Me ha pasado toda la vida. Desde que tengo memoria.
De pequeñita porque había que volver al cole.
Ahora, porque la vida me pesa un poquito más.
Da pena dicho así. Crecer es tan jodidamente extraño.

Hoy hemos estado en Malasaña.
Resguardados en una mesita de madera charlando sobre todo.
Cuando se charla sobre todo siempre sale el tema del amor.
Parecía una ruleta. Uno por uno contando. Desahogándonos supongo.
I, que aún se está descubriendo. Y en ese proceso quiere mantenerse a salvo de los sentimientos.
A, con la expectativa del mensaje. Con el gusaneo de la ilusión y con los pies de plomo de siempre.
E, a la espera. A la espera de su accidente favorito hasta el momento.
Me gusta escuchar las historias de los demás. Durante un ratito es como darse un paseo por una vida ajena a ti en un caos parecido relativamente al propio.

También me gusta observar la manera de hablar sobre la persona a la que se quiere o sobre los sentimientos en general en boca de otros.
E, ha tenido momentos muy bonitos.
“He conocido a una chica que, básicamente soy yo en mujer y se me ha trastocado todo un poco o quizás demasiado”.
“Cuando estamos juntos soy terriblemente feliz. Y eso, a veces, asusta, pero siempre da ganas de más.”

No sé. Fuera en la calle frío. Día de elecciones. Escrutinio. Personas que cruza un semáforo. Otras que llegan. Un saludo en la mejilla. Un beso en la boca. Un abrazo.
La mirada cómplice, el guiño de ojos. Las despedidas.
Los que están de vacaciones decidiendo con acento si vino o sangría.
El camarero simpático.
El que es más borde.
La vida en constante movimiento.

Y nosotros ahí. Resguardados del frío comentando el teatro, la poesía y el amor.

Estoy en ese mes crítico. Ese mes en el que volvemos al inicio. Al inicio de verte marchar.
Por eso quizás los Domingos son más largos y vacíos. Incluso puede que más cortos y fríos.
Pero vacíos.
Los Domingos tengo horas y horas para arrepentirme del finde, o no. Pero para pensarlo.
Puede que este mes me haya dado licencia para hacer un poco más el capullo.
Siempre se me dio muy bien eso, tampoco voy a justificarme ahora con tu ausencia.
El master en capulladas y capullos lo he llevado actualizado toda la vida.  Esto último ahora ya no. Mis elecciones han cambiado considerablemente.
Pero las capulladas, el beber para olvidar tan mítico y que siempre me ha espantado por muy poetizado que esté. El salir a matar porque literalmente es lo que haces contigo mismo. Tocar cama borracha para poder conciliar el sueño.
Vamos, hacer el capullo básicamente, no es justificable pero me da igual. Este mes tendrá que ser así. Algún día encontraré la forma madura y sensata de lidiar con el dolor.
Bueno, a día de hoy, en general lo hago mejor.
Pero con el dolor de Noviembre. Con el dolor del día quince. Con el dolor de que habrán pasado doce meses sin escuchar tu voz, sin tocarte, sin ti.
Con ese voy a lidiar como me de la real gana y como pueda.


A veces me apetece que pase algo. ¿A vosotros no os pasa?
Y no sé lo que es porque no creo que exista.
Me apetece algo. Y ni siquiera sé como se llama, o que forma tiene ese algo.
Que suceda. ¿Me entendéis? Difícil ¿no? A veces no me entiendo ni yo como para que lo entendáis vosotros.

E ha contado hoy el regalo de las cajitas y el poema para cada uno.
He pensado en qué frase, verso o palabra escribiría yo en función de la persona.
Se me han pasado unas cuantas personitas por la cabeza.
A mi misma, me dejaría dentro de la cajita: Resiliencia. Sin duda alguna.

A ti, versos de Barquito de papel.
A ti, Eterno.
A ti, Casa de la fuerza.
A ti, Algún día cuando nos atrevamos.

Cada “ti” es un nombre y unas manos y unos ojos. Pero eso comprenderéis que me lo guardo para mi.
Hay muchas más personas a las que les regalaría esas cajitas con un mensaje dentro.
Algún día me gustaría hacerlo. Debe de ser bonito regalarse palabras una noche cualquiera en un salón cualquiera un grupo de personas no cualquiera.

Hoy no tengo mucho más que contar.
Echo de menos escribir poesía. Aún lo hago solo que todo ha cambiado tanto.
Yo he cambiado tanto.
Igual me animo a subir algún texto dentro de poco.
La semana que viene llegará el día quince. ¿Cuántas dosis de dolor somos capaces de soportar sín que se nos note?
A mi todo el mundo me ve fuerte. Y feliz. Una tía jodidamente feliz. Me lo dicen mucho además.
El Viernes Álvaro me dijo que era diferente. Que tenía una hiperactividad mágica. Un carácter adictivo.
Me gustó. Claro que me gustó. Pero a veces cuando me veo escribiendo aquí, en el rincón secreto, no sé, estoy orgullosa de mi misma. Por supuesto. Pero jolines, ¿tan bien camuflo la tristeza? ¿Vosotros también?
Probablemente todos sepamos camuflar los lastres que llevamos.
Por eso, me hago historias creo.
Porque cuando me cruzo con gente por la vida, en situaciones, en una charla de mesa, me fijo en sus ojos y trato de vislumbrar los secretos que van cosidos por dentro.
Y los ojos siempre me parecieron el mejor reflejo del alma. A veces, si te paras a observar detenidamente, los ojos cuentan muchas cosas.
Creo que por eso me gustan tanto.
Los ojos y las manos.
Porque las manos sirven para acariciar. Para el tacto.
Y los ojos, son puertas a los abismos de dentro.

Feliz Domingo.



                                                                 
                                                                      " Ella que pague mis manías destructoras"

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