Bonnie & Clyde




"You've got a pretty kind of dirty face
And when she's leaving your home she's begging you, "Stay, stay, stay, stay, stay."

I'll give you one more time
We'll give you one more fight
Said one more line
Be a riot, cause I know you" - The Robbers, 1975





 

Ella se había perdido por esquinas de azufre y nostalgia.
Le había dado la mano a monstruos vestidos de gracia y cuentos sobre un lugar mejor.
Le prometieron el mar en baños solitarios donde las paredes estaban desgastadas de abrazos rotos y despedidas no merecidas.
Se dejo comer el cuello en camas de piratas que decían ser poetas, que decían escribir versos y solo sabían dibujar lápidas inconsistentes, donde nunca habrían dejado que se arropase del frío.
Él, salía magullado de guerras que terminaron en el campo de batalla pero no en su cabeza, ni en su pecho.
Tenía nombres grabados en la retina y lágrimas que no sabía ahogar solas ni con nadie.
El amor, talado desde el tronco y los recuerdos fumigados por los bares.
Las estaciones de la tristeza.  Por su calle siempre era invierno.
Dormía solo, no podía aguantar la compañía, ni siquiera la propia.

Ella metida hasta arriba. Él hasta arriba de líos.
Ella aspiraba en blanco. Él fumaba en verde.

Se conocieron en un campo de minas una noche de Noviembre.
Y detonaron todas.

-       No sé si puedo hacerte el amor – Decía
-       Desházmelo. Por todos los que prometieron hacérmelo – Respondía ella.

Y cuando sus piernas le rodeaban la cintura contemplaba a Roma destruida.
Y eran las ruinas de mujer más bonitas que había visto desde aquel incendio que una vez creyó definitivo.
Reposaba la cabeza en su pecho y encendía un cigarro.
-       Vamos a jugar a un juego. Intentemos encontrarnos el corazón. –
Entonces se acercaba para escuchar sus palpitaciones. Luego él.
Luego otra calada.

Eran proscritos de la vida, pero cuando se daban la mano conseguían fugarse de la muerte.
-       Yo no creo en el destino. Pero si me encuentra que sea paseando contigo. –
Decía la chica perdida al chico triste.

No sabían caminar, solo correr.
Carecían de intención, pero se comían a ganas.
Madrid por fin les volvió a ver reír.
Se ampararon mutuamente.
Se cruzaban la mirada bajo luces de neón las noches de tralla y sabían que todo estaba bien, aunque el mundo estuviese a cachos.
A la Plaza del dos de Mayo le faltaban dos balas y fueron ellos.
Al Madrid de los Austrias le construyeron un nuevo castillo aunque fuese en el aire.
Trajeron los orgasmos a Mala – Saña; esos que iban después de rugir y arañar. Acordémonos de que un león herido y una gata salvaje tienen que pelear de alguna manera.

Fue una época de vino y rosas.
De amueblar el descampado de sus cuerpos.
De rellenar los huecos.
De que el hombre mimbre y la mujer arena se hiciesen turquesa.
De que la cuerda dejase de ser soga.
Fueron tantas cosas juntos.

-Has visto, una herida solapa la otra. –
Y mordisqueaba su oreja y acariciaba su pelo.
  -¿Pero quién será el que acabe amando más?-  Irrumpía él con miedo.
Ella le repetía que le quería así.
“Así” no es una medida.
“Así” nunca será más o menos.
“Así” es exacto. Solo significa eso.

Entonces las rosas se fueron convirtiendo en losas.
Él temía dar más. Ella había dejado de temer.
A él le obsesionaba ser víctima y no verdugo. Ella no veía guillotina.
Volvió a llover.
Volvió Noviembre.

Una mañana de cielo naranja, ella dijo:
-       Te espero en Finlandia. Para mi, Finlandia significa la tierra del fin. Solo aquellos que no piensan en el final de una historia, si no en el camino, llegan hasta allí. Ojalá vengas a buscarme.-
Y se fue.
Él, encendió un cigarro.

Y Bonnie and Clyde, nunca se volvieron a encontrar.



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