LAS OLAS
" Envíame un montón de hechos: ya sabes cómo los amo..." - V.Woolf
Después
de ti, no creeré en nada y a partir de ti, nadie creerá en mi.
Me he
contado tantas mentiras que ya no reconozco la verdad.
Me he
visto apiadarme de mi más que de ninguna otra.
La ola
fue el primer impacto.
La
hostia contra la roca el Segundo.
Y el
salitre, nosotros. – Llámalo alquitrán.
Si
dijeses “vamos a ver el mar” contestaría: “Hazme el amor”
Pero
ante un: “Voy a quererte” tuve que decir: “Cuéntaselo a otra”
Y
aseguro que ese es el mayor castigo que una persona puede aprender a imponerse.
La
culpa soy yo, queriendo regalar mis ojos a quién estaba en otra orilla de una
playa que creí mía, contando conchas que no llevaban a ningún lugar.
Supongo
que hay océanos que no pueden ser atravesados, personas que tampoco.
Cuando
la marea baja, distingo dos puntos de vista:
El
tuyo, en calma.
El mío,
llorando.
Y es un
paisaje desolado.
Las
cumbres borrascosas que arrastrabas al andar no conseguían darme miedo y me
quede con el alma en carne viva esperando la lluvia de después – Y, después,
nunca llegaste tú.
Me han
preguntado muchas veces porqué.
Yo
también.
Aunque,
si te soy sincera, siempre lo supe.
Porque
en ningún museo he encontrado una reliquia preciosa que estuviese intacta,
Porque
los cachitos que no vuelven a pegarse, las grietas, son erosiones de las que el
tiempo no nos permite escapar.
Y yo
que soy mujer de pasillos largos,
De
vasijas Viejas,
De
luces tenues,
De
rotos que se asumen sin necesidad de coserse a otro, pero sí de acompañarse.
No habría
sabido elegir a un ser humano perfecto porque solo creo en lo imperfecto.
En
caminar Madrid desde niña, reconociendo la belleza en miradas tristes,
En
solapas oscuras,
En
chicas que miran la lluvia caer desde la ventana,
En
sombreros de ala ancha,
En
libros usados ,
En el
olor a leña de la sierra de Gredos,
En un
timbre de voz ajado,
En personas
mayores asando castañas con puestecitos pequeños, y a temperaturas muy altas.
En unas
manos que se juntan porque afuera hace frío,
Así que
sí, la respuesta era sencilla,
Porque
nunca pretendí, ni pretenderé nunca, salvarte – la vida.
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