IGNICIÓN



"Voy a ser franca:
Tú no me has dejado de importar.
Pero cielo:
Yo tampoco me he dejado de querer." - Srtabebi








Demasiada artillería en la boca. Escupía fuego cada vez que hablaba y calzaba un treinta y siete de caricias que no regalaba porque mucho antes que yo, ya la había matado otro.
Cuando el viento sopla, aún la veo desmelenada desde la ventanilla de cualquier coche.
-       Carretera y manta, vamos a agitarnos la vida – porque a ella le gustaba agitar los segundo, minutos y días.
Tenía en la cabeza un abanico de posibilidades y de dudas.
Se corrompía de noche, bailaba de puntillas sobre los versos de poetas.
Acurrucada en mi hombro me llegó a parecer la chica más bonita de la ciudad.
Se orientaba por las luces de Madrid, el centro vestido de estrellas y ella volando por ahí.
Miraba con ojos de madrugada y enloquecía con las conversaciones largas.
Era dispersa porque un tema le llevaba a otro y ella era el “déjate llevar” más real que he conocido.
Tenía necesidad de contarme tantas cosas. Creo que intentaba que la conociese.
Creo que la realidad se le quedaba pequeña y los sueños a veces grandes.
-       Tú líate otro y yo trazo un mapa. Empieza por tu pelo y acaba debajo de tu cintura. Voy a recorrerte a besos y luego haré un poema. – Decía.
Y yo me reía. Me reía de que la vida a veces pudiese ser tan sencillamente fácil.
-       El amor, no ha de ser complicado. Lo complicamos nosotros –
Subía el volumen de la radio y cantaba, jodidamente mal, pero que feliz era.
Y así comprendía yo que era cierto, el amor es mucho más fácil que todo lo que nos han contado.
Burbujeaba antes de cabrearse y luego, toda la espuma se esparcía sin control.
Como una cerveza mal abierta.
Pero es que así era ella; sus emociones no hubiesen sido tan suyas si fuesen unidireccionales. Apuntaban a todos lados y lloraba y reía y pedía perdón con voz suave porque sabía que las manchas de cerveza no son siempre fáciles de quitar.
Y porque se arrepentía de verdad. Porque ella siempre era de verdad.
Ni bien, ni mal, ella y ya.
Le gustaba cambiarme los planes. Una chica de ciudad siempre tiene rincones nuevos que enseñar y claro, uno se deja.
Hay corrientes por las que un hombre debe dejarse arrastrar.
-       Yo nunca tengo miedo cuando estoy contigo –
Y no le hacía falta darme la mano, lo decía así, de golpe. Las palabras claras.
Esa era su arma de doble filo.
Y eso, a veces me acojonaba más que cualquier otra caricia en silencio.
Una montaña rusa de todo, chica, eso fuiste.
Pero yo no tenía superado mi vértigo al fracaso para poder subirme en tu noria.
Lo intentaste todo, sin cambiar nada.
Fue, cuando te diste cuenta de que yo, no podría seguirte si no te despojabas de aquello que te hacía tan auténticamente tú, cuando decidiste quererte aún más y quererme menos.
Hiciste bien.
Cambiar para que alguien te ame, es dejar amar una mentira.
Así que, ya ves, por aquí todo bien, sin embargo,  no consigo olvidar aquello que me dijiste uno de esos días en los que no sabes que será la última vez que ves a una persona.
-       Los polos opuestos se atraen,  pero después, se aburren. –

Y yo, no corrí detrás de ti.
 

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