AMAE.
ELLA:
Me hubiera gustado poder decirte esto
mirándote a los ojos
O cogiéndote de la mano.
O mientras te afeitas y te cortas un poco
y yo hago pis.
O mientras pensamos dónde o cómo
pasaremos el fin de semana.
Pero no tenía las palabras.
No las tengo todavía.
También me hubiera gustado poder
mentirte. Inventar una historia que te hubiera tranquilizado… pero no he
podido.
Vale, ¿cómo contártelo? ¿Cómo contártelo
sin que se me quiebre la voz?
Sin que me invada esa tristeza inmensa de
mierda que me ha estado… bueno que ha estado conmigo todo este tiempo y que
solo he podido aparcar cuando he estado… cuando he estado contigo.
Se llamaba Jun.
Y era… era testarudo, bello, inteligente,
rígido, salvaje, tierno….
E inestable.
Y me descubrió muchas cosas, no solo de
Japón… sino del mundo y de mí.
Las personas que amamos, las que amamos
de verdad digo, son muchas veces como llaves que abren zonas de nuestras … no
sé, abren zonas nuestras. Que ni siquiera sabíamos que estaban allí.
¿Le quería? ¿Me preguntas si le quería?
Sí.
¿Él? ¿Si él me quería a mi? Sí, creo que también.
Pero esa clase de amor egoísta y
eléctrico, total y absurdo y… sí, absurdo.
Pero no sabíamos querernos.
No teníamos ni idea.
Discutíamos.
Discutíamos todo el tiempo.
Discutíamos… por cosas fundamentales y
por tonterías, sí. Y lo arreglábamos en la cama. Y luego discutíamos aún más. Y
estábamos días sin hablarnos.
Bueno, él estaba días sin hablarme.
Me sacaba de mi.
No consigo recordar ninguna discusión en
concreto, ningún motivo.
He borrado esas cosas de mi cabeza.
Otras no consigo borrarlas.
Yo a veces no lo soportaba.
Pero soportaba aún menos la idea de
perderle.
Me agotaban sus cambios de humor, sus
silencios, su montaña rusa…
Y no soportaba preguntarme a mi misma
cada cinco minutos qué era aquello que sentía.
¿Si era amor? Y, si lo era, ¿merecía la
pena?
Nos conocimos en Japón.
Cuando los días eran buenos, sin
discusiones, era increíble.
No había vuelto a Japón desde entonces.
Ni había vuelto a ver Hiroshima mon amour, que fue la primera
peli que vi con Jun.
Él siempre bromeaba que…. Con que yo era
como la protagonista de la peli.
Le gustaba que yo recitara los diálogos…
La vida es tan extraña… Crees que hay
cosas que no te atañen, que están lejos de ti, que nunca van a rozarte si
quiera.
Ves las noticias en la tele o en el
teléfono y tienen una pátina de irrealidad.
Pero nada es irreal.
Yo he vivido con el fantasma de Jun todo
este tiempo.
Con el fantasma de la vida que Jun no
quería tener.
Con la culpabilidad de no haber sabido
quererlo bastante quizá.
(…)
Es extraño.
Es extraño que la culpabilidad sea más
fuerte que el amor.
Más fuerte que el dolor.
Pase días enteros mirando las noticias,
viendo una y otra vez esa ola.
Intentando imaginar… sus últimos momentos.
Las noticias de Fukushima, el terremoto, todo se me mezclaba.
Y yo solo podía pensar… ¿Tuvieron una muerte rápida? ¿Cuál fue el
último pensamiento que cruzó su cabeza? ¿Y sus padres? ¿Estaban todos juntos
cuándo pasó? ¿Supieron lo que estaba pasando? ¿Cuál fue su última comida? ¿onigiri?
Espero que Chocolate, un buen chocolate.
Jun era muy goloso. Le encantaba el
chocolate.
Nunca recuperaron sus cuerpos. El pueblo
entero desapareció, como si nunca hubiera estado ahí.
(...)
Conocerte hizo que todo saliera a la luz.
Que curioso ¿no?
Tenía que hacer el funeral que nunca
tuvo. Y yo el duelo que nunca hice.
Amae.
Te preguntarás qué significa.
Significa muchas cosas…
Significa equilibrio entre nosotros y los
demás.
Entre ser independiente y dependiente.
Entre estar colgado de alguien e
ignorarle.
Entre tener demasiada intimidad y apenas.
Todos nos pasamos la vida buscando el grado
justo de amae.
Todavía no he conocido a nadie que lo
haya logrado.
ÉL:
Te quiero decir algo.
Desde aquel fin de semana en Francia donde
vos me reñiste todo el tiempo y con razón, con toda la razón del mundo porque
no paraba de quejarme…
Porque el plan gastronómico se había ido
a la mierda…
¿te acordás? Seguramente sí.
Me hiciste entrar en la habitación, los
dos entramos de nuevo y, bueno…
Te quería agradecer porque hiciste que me
diera cuenta, como nunca en la vida, de que la vida es corta.
Que la vida es jodidamente corta.
Hiciste que me diera cuenta de que no
vale la pena discutir por pavadas, por estupideces…
Que no tiene sentido perder el día en
discusiones que no llevan a nada.
Y ahora que estoy acá, sin ti, me doy
cuenta de eso.
Y una cosa más te quiero decir.
Necesito verte la cara una vez más. Solo
una vez más.
Así que, estés donde estés, necesito que
me llames.
No te diré que quiero formar una familia,
ni tener hijos con vos y si no nos volvemos a ver no importa.
Bueno sí, sí importa, pero necesito por
favor que me llames porque quiero decirte una cosa.
Es solo una palabra, pero necesito decírtelo
a la cara.
Ver tu cara.
Si quieres después de llamarme colgás,
borras mi contacto y desaparezco del planeta pero necesito verte la cara para
decírtela.
Sé que no es sexi suplicarle a alguien. Sé
que no es sexi.
Pero te pido por favor que me llames.
Llámame.
(Plano de él. Plano de ella. Video-Llamada.)
ÉL:
¡B U M !
ELLA:
¡B U M !
Oscuro. Fin.
F. L. (Isabel Coixet)
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