HAZ LO QUE AMAS, NO LO QUE EL MUNDO ESPERA DE TI.
Son las 17.45
Hace un ratito he subido un video
recitando poesía y recomendando libros.
Todo parecía estar bien. Todo estaba
bien, siempre enmarcándolo dentro de este contexto actual.
De repente mi madre se cruza conmigo en
la cocina mientras recopilaba yo kilos de donuts y colacado. Me fijo en sus ojitos, empañados en lágrimas.
Me asusto.
Pregunto qué pasa.
Una persona cercana a mi y muy cercana a
ella y a mi padre, se está muriendo.
Así. ¿Diagnostico? Días.
Literalmente días.
Un tumor cerebral que lo ha reventado
absolutamente todo a su paso.
Y no.
No ha dado ni una puñetera, misera y jodida señal, ni un puto síntoma
hasta hace semanas en forma de un mareo leve.
Un mareo de mierda se transforma en una
muerte ipsofacta en cuestión de días.
¿Qué es esto?
No voy a entrar en detalles. Porque
quiero mucho a esa persona y por respeto.
Respeto ante todo.
Los detalles no son relevantes, el papel,
escribir, no es para el morbo que siempre he detestado.
Es para poder llorar cuando delante de mi
madre no puedo porque ahora me toca abrazarla a mi. Y ser fuerte por ella yo,
como tantas veces ella lo ha sido por mi.
La mamá de esta persona no va a poder
despedirse por la situación en la que estamos.
Una mujer de noventa y dos años confinada
en Italia junto al resto de familia…
Y un hijo que se va…
¿Qué cojones es la vida?
Escribo porque se me ha revuelto todo.
Porque esta persona me estuvo abrazando
en el tanatorio cuando yo despedía a mi Papá.
Y entonces no puedo más que reflexionar
frente a mi pantalla de ordenador si verdaderamente acaso no es todo esto, una
lotería. La vida, una lotería.
¿Nuestro paso por aquí?
No puedo evitar sentirme afortunada.
Manda cojones, aún que todavía, aunque no
lo cuente, me despierto de madrugada o de la siesta bañada en lagrimas gritando
tu nombre Papá, porque he soñado contigo, porque sigo soñando contigo y nunca
distingo cuando me levanto cuál era el sueño y cuál la realidad y siempre tengo
que para un rato a repetirme la atroz verdad de que efectivamente allí dónde te
estaba abrazando era mi imaginación y aquí donde abro los ojos tu no estas.
Y aun con ese dolor tan absolutamente
imposible de describir en palabras me siento jodidamente afortunada porque no
estés a día de hoy aquí, malito con este virus de mierda rondando y separados.
Porque se me pone la vida del revés
cuando pienso en cómo hubiese sido esta situación contigo enfermito.
En cómo hubiese sido no poder despedirme
de ti.
Y entonces doy gracias de que estés allí,
en tu segunda estrella a la derecha viviendo aventuras y guiando a los niños
perdidos.
Brindando con los abuelos, citándote
conmigo en mis sueños.
Me siento afortunada porque no dejo de
darme cuenta de que toda situación puede ser siempre un grado peor. O medio.
Pero peor.
Y con esta noticia que mi madre me ha
dado me pregunto y me cuestiono…
Si esto es así. Si esto es una lotería,
una ruleta rusa hasta que una bala se dispara…
¿Habré perdido el tiempo? ¿Lo estaré
perdiendo?
¿Digo suficiente te quiero a todos los que quiero?
¿He amado bien? ¿He amado suficiente?
De repente este tiempo congelado y
separados al que la humanidad entera se ve obligada me parece demasiado y
siento que no hay tiempo que perder.
Siento que quiero salir ahí fuera y
volver a besar y abrazar a todas las personas que me han cuidado, que me
cuidan, que me quieren.
Nica, mis tíos, mis primos, mis amigos…
Siento que debo acordarme de no volver a
posponer mis sueños.
Que debo acordarme de no volver a dejar
que las dudas o el miedo me paralicen.
Recordar que el tiempo, el reloj… avanza
constantemente… y aunque eso me inquieta terriblemente, tal vez sea solo el
recordatorio de no dejarme nada en el tintero, ningún deseo, porque nunca,
comprobado queda, sabemos cuando será el stop definitivo.
Me pregunto a veces si he sido todo lo
sincera que he querido ser con las
personas.
Tal vez, cuando en realidad tenía algunas
palabras estallándome por dentro de la boca mientras sentía que tenía que
decírselas me las callé, dejando pasar trenes solo porque ya me habían
demostrado que nunca se iban a parar en mi estación…pero tal vez, tendría que
haberlas dicho igual.
He pensado de repente, que si ya me
arrepentía poco de no ser una mujer conformista cuando he lidiado con temas
amorosos, ahora, cuando reflexiono pensando en que hay personas a las que el
tiempo se les agota, ahora, mucho menos.
Con
esto quiero decir que he oído muchas cosas como,
Dale
la oportunidad.
Te
hace bien.
Es
sano.
Te
cuida….
Y yo me he revelado. No he podido dar esa
oportunidad porque sentía que me estaba engañando.
Porque era perfecto. Claro que lo era,
pero no sentía por dentro que era para mi.
Lo digo así porque tras mucho análisis me
doy cuenta que esa expresión tan utilizada por mi durante años “No siento un volcán por dentro” tampoco
es realista.
Ese volcán surge al principio, luego
amaina.
Y otras veces no surge, porque
habitualmente los volcanes solo suceden en relaciones algo tóxicas y tienen que
ver con los picos y la adrenalina.
(eso lo dejo para otra entrada en la que
ya os contaré un poco más todo lo que he comprendido con terapia y con Freud al
respecto de eso).
Por eso, la frase que sí empleo es la de
“Sentía que no era para mí” por muy perfecto que fuese.
Y cuando pasan sucesos como estos en los
que la muerte se asoma y golpea la ventana, me doy cuenta de que no estaba
equivocada.
No quiero una vida de conformismo.
De pasiones y deseos frustradas.
De miedo.
De no haberme atrevido a.
Mi profesión es ridículamente inestable,
Pero es mi sueño.
El amor es un jodido interrogante
continuo.
Pero no me asentaré en el conformismo de
lo que me hace bien.
Quiero hacernos bien y quiero serle fiel a mis instintos.
Me estaría traicionando a mi, y al tiempo
que siempre se agota si me limitase a escuchar a la cabeza.
No me conformaré. No me conformaré cuando
de amor se trate.
Tal vez, si es tan certero que el tiempo
se agote, haber sido una mujer impulsiva, haberme dejado la piel en historias,
en personas, y seguir dejándomela por los míos, es lo mejor que se puede hacer.
Cuando pienso en todo esto, me entra una
cierta sensación de alivio ante mi personalidad poco racional.
Frente al tic tac que de repente se agudiza hoy, al ver a mi mamá con ojos en
lagrimas, echo un vistazo a mi pasado, echo un vistazo a mi presente y me
recuerdo que no debo permitirme dejar de vivir intentando rebañar los segundos.
De repente me arrepiento menos de haberme
declarado a plena luz del día sabiendo que me iban a decir “Yo no”,
Me arrepiento menos de haberme ido de
viaje sin dinero, improvisando, a ciegas,
Me arrepiento menos de perder un año de
universidad y haberlo ganado de noches, historias y momentos,
Me arrepiento menos de que algunas cosas
terminasen en NY para que comenzasen otras,
Me arrepiento menos de haber sido algo cabra loca,
Me arrepiento menos de haber expulsado
por la boca sentimientos sin filtros,
Me arrepiento menos de haber dejado
constancia en papel,
Me arrepiento menos de haber sido yo.
Y sin embargo, si he de arrepentirme, y
hay cosas, muchas, todas se podrían resumir en no haber aprovechado más ese
momento concreto, en no haber abrazado más a una persona, en no haber dicho más
veces te quiero, en no haber exprimido más tiempo…
Me arrepiento más de lo no hecho.
Y no quiero arrepentirme nunca más de
eso.
Ahora tengo que dejar de llorar sobre
papel porque me voy al salón a abrazar fuerte a Mamá.
Y me digo a mi misma, que espero que esto
no solo me sirva, como siempre hace el papel, para vomitar el dolor, para
enfrentar duelos, para hacerme más fuerte…
Espero que me sirva como recordatorio del
tiempo, de la fugacidad de nuestro paso por aquí y me ayude a no olvidarme
nunca de seguir como decías Papá:
Devorando la vida.
Segundo a segundo.
L.
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