MISS DALLOWAY
Siempre me salvó el teatro. Como si pisar el escenario fuese una manera de existir en el mundo.
Como mi piel se va curando desde aquel entonces. como si todas las decisiones fuesen cobrando sentido.
Entiendo que las cosas al igual que los sentimientos se irán alineando, encontrando su centro y lugar a medida que yo lo hago. En cada paso que se da hacia la construcción y no el derrumbe. Hacia el cuidado y la protección en vez de la exposición al daño.
Hay que cuidar el amor propio pero también el amor que somos capaces de entregar. Cuidar todo ese contenido para dirigirlo a quién puede verlo, no tanto a quién lo merece, que quizás también, pero no me termina de gustar el concepto de personas merecedoras de un amor como excluyente de las que no lo merecen ¿hay alguien que no merezca amor? me cuesta asumir eso. Pero sí, definitivamente quién pueda recibirlo. Esa es una manera de cuidarse también para no dejar los brazos caídos, solos, derrumbados ante el vació de entregar a quién no puede o quiere recibir.
En la vocación encuentro el foco, como si calase más profundo lo que implica proyectar y proyectarse. Como si ese fuese el bote salvavidas de todo porque cuando en la soledad te encuentras, a mi siempre me dio más fuerza conectar con el deseo. Cada noche que la función termina se parece a una noche de gloria y me siento rodeada de afecto. Últimamente encuentro el afecto sin esfuerzo, lo siento mucho más cercano. Y sé que es simplemente que mi mirada está abierta. Que puedo ver.
Cuando sobrevuelan sobre mi cabeza ramalazos de vuelta a lugares que ya conocí y no me hicieron bien, dejo que entre la realidad de la última conversación. Parece una locura, pero es solamente triste. Es triste que esa última conversación, esos últimos audios sean los que me mantengan fuerte de nuevo y me alejen y me mantengan alejada. Me enfadan y me entristecen a partes iguales. Si hubieses podido tener un poquito de empatía, un poquito de ternura. Después de tanto y de todo, la ternura es lo mínimo que debería quedarte. Aún así no tengo ningún rencor, ni un ápice. No perderé mi tiempo en eso, mi corazón no sirve para eso y me alegra. Como Antígona. Mi corazón prefiere amar.
y poco tendría ya que contar, ya que decir. Me gusto sonriendo al espejo sosteniendo flores y rodeada de seres que me quieren. Y esa es la única imagen desde la que hoy escribo y desde la que no quiero dejar de ser.
Que la vida disponga. Yo estoy lista.
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