DOS VECES TUMBADOS FUE DERROTA Y NO INFINITO.
















La última vez que dije tu nombre alguien murió en la casa de al lado.
Las velas se derriten en mis manos que son agujeros negros donde una vez se sujetaron sueños imposibles, más promesas de las que se podían cumplir y clavos que no dolieron tanto como cuando me marche de tu lado.
Siempre tan necesitada del resto, tan ausente de mí, tan frágil emocional, tan inestable mental, tan caprichosa de tus brazos, tan melancólica de sus manos, tan saturada de desengaños.
Sigo creyéndome que le veo venir y no hago mas que partirme la cara cuando doblo la esquina.
Sigo recordando nuestro viaje, desde este exilio de tu mente al que me has condenado.
Habló con él más que contigo.
Me quieres tú más que él.
Y yo, que os mandaría a la mierda simultáneamente por ver cual de los dos me recogería antes.
Todo es de piedra y yo tan demente.
Todo es letal y yo tan mentira.
Donde has sido feliz no debieras tratar de volver, dicen. Y yo, que fui feliz en sus ojos. Y yo, que fui feliz en tu risa.
Si me mira Madrid y escucho su ruido, ¿No es lo mismo que hablar de sus ojos y escuchar tu risa?
Ya no quiero saber de su vida, aún así permitirme quererle.
Ya no quiero que me faltes nunca, no permitas que te eche de menos.


Si he de seros sincera,
Nunca río después de las doce, ni muero dos veces en el mismo día.

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