ROBBERS
Los restos del naufragio somos nosotros mirándonos a la cara.
Y que
mis gemidos sean el único sonido que retumbe en tus paredes las noches de
lluvia.
Mientras
clavo estos ojos que ya no te ven arder, en calles vacías a la salida de los
bares donde no taconeo tu ausencia.
Tus
acordes tendrán otra risa pero mis puñales son las letras que dejaste
inacabadas.
Gritaremos
agonía en los lavabos; que responde tú reflejo en el espejo.
Comeremos
de otras bocas vidas rotas, Saciaremos estas ganas de morir en otro pelo,
enredare mi cintura en otra cama, beberás la fragancia de otros versos. Conjugarás
con el verbo en pasado, mientras siento que me dueles en presente.
Invocarás
a la muerte en otro coche, yo, mirando hacía otros ojos.
A
sabiendas los dos, de que no nos corresponde.
Las
heridas de este amor, se han hecho cuerpo. Mi piel es la muda de serpiente.
Se han
perdido tantas balas entre tu torso y mi vientre, que aún recuerdo el día que
te hiciste pistola y me volví kamikaze.
Y,
siempre, en algún momento paro y pienso, quién te invade las mañanas, quién
pasea por mi suelo.
Todos
nos vieron volar, nadie vio las alas rotas.
La
torre de babel que se hizo trizas, Guernica sin Picasso, La catedral de Reims
con su segunda bomba, Yo diciéndote “Adiós”, tu gritándome “hasta nunca.”
Esta guerra
ha sido nuestra.
Victoria,
no fue el nombre que elegimos.
Y
cuando otra vez te cruces, volviendo al lugar del crimen, sostendré mis ojos
negros contra el roto de tu pecho para decirte:
“Mi
vida, los restos del naufragio somos
nosotros mirándonos a la cara.”
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