CORRIENTES 348




"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió
Mándame una postal de San Telmo, adiós cuídate"   - J.Sabina


 
Me levanté con el peso de los sueños que no cumplo y con la misma silueta que los convierte en pesadilla agudizando mis ojeras.
Preparé un desayuno poco sano, para seguir acostumbrada a esta rutina de quererme siempre a ratos.
Esperé bajo la lluvia un autobús que nunca llega; siendo así la primera impuntual en acudir a todas las oportunidades de mi vida.
Me siento junto a la ventana. El mismo rap de todas las mañanas, para no olvidar por donde sangro, mientras observo tras el cristal la vida y los atascos, las gotas de agua que disparas, cielo -  desde hace dos semanas y a mi, siguen pareciéndome tres siglos.
El despertar de una ciudad mojada. Con capucha viste un cierto aire de tristeza en las esquinas.
A las diez y media he pensado en viajar a Buenos Aires, Argentina. Hoy, de repente, de la nada.
Pero luego he recordado a Gardel y como siempre quise un tango en París pero el penúltimo en Corrientes tres cuatro ocho.
Ya en Moncloa, un café y el último cigarro. Antes de comprar la siguiente cajetilla, no vayamos a romper la rutina de amar lo que nos mata.
Me he acordado de mi gato. Que ahora vive en otra casa y juegan con él otras manos.
Pero sigue siendo O´malley. Le llamen como le llamen.
Durmió cuatro noches conmigo y se sigue encogiendo algo por dentro cuando algún imprudente sin venir a cuento grita:
-       ¡Arrabalero!
Por supuesto también lloro al notar libre el hueco en la almohada. Me retuerzo por la cama en un estúpido intento de encontrarle.
Me parece que pasa igual con las personas.
Cancelo la cita del café a las cinco. Tengo que estudiar.
Empiezo a buscar vuelos a Argentina. Sin embargo, he acabado con la frente marchita escuchando a Sabina y sin rastro de los aviones ni del Río de la plata.
Me enciendo el último cigarro, otra vez.
Voy a dormir la siesta y no sabes con que mono me levanto.
He puesto seis alarmas, mi segundo numero favorito. El primero es dieciséis y entonces seguro que me despertaría.
Pero no queremos eso, jugamos y doblamos las apuestas como con todo, para quedarnos sin nada, que si al final me duermo tengo otro motivo más de queja para la irresponsable chica triste que yo juro que no soy.
Y si por aquel entonces eran las seis ahora son las nueve y media.
Voy a sentarme en la bañera y dejar que la ducha me cale, aunque no creo que consiga limpiar las heridas o amainar lo que pesa la memoria, pero.
Tengo que estudiar.
Tengo que estudiar.
Tengo que…
Tengo que…
¿Qué?...


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