XANDRA.




"Hay golpes en la vida tan fuertes... ¡Yo no sé!" - César Vallejo 

O en otras palabras, uno de tus poemas favoritos. Una de tus citas favoritas, Mamá.














Nos tiramos los trastos, la manta y la casa entera cuando discutimos.
Eso es porque casa, somos tú y yo.
Papá se fue y tú te quedaste.
Y no es fácil.
Los hijos no venimos con manual de instrucciones y el amor, tampoco.
Ahora, sé que no hay buenos ni malos.
Que os quiero más que a nada, aunque me haya dolido más que – nada, muchas veces.
Carlos dice que somos dos gotas de agua. Y las gotas al caer, chocan.
-       “Que te cortes el pelo. Parece una manta zamorana.” Me dices.
Y recuerdo a papá hablando de ti.
-       “Lo primero que vi fue un retaquillo de ojos grandes y pelo negro rizado. Largo, de cojones.”
Y no me queda otro remedio que sonreír y contestar: “Claro Mamá, ya lo haré.”


          - “Deja de vestir de negro. Ponte colores. El blanco es el que mejor te queda”
Y me fijo en el vestido que aún guardas en el armario. Ese, tan corto y muy negro. Ese, de mujer de armas tomar. Ese, que tanto te ponías antes de que yo siquiera entrase en tus planes.
-       “Bueno mami, yo es que opino igual que Johnny Cash. (Till things get brighter I´m the man in black)”
-       ¡Ay Lucía! Tienes en la cabeza muchos pájaros. Vas por la vida como si vivieses en una película. Aterriza hija.”
Y entonces te veo de aquí para ya por la RESAD con mi edad.
En el teatro de Moscú.
Hoy, que elegiste y sigues eligiendo vivir en las artes.
Amando las tablas casi igual de lo que has amado a algunas personas.
Y te doy la mano.
Y yo que soy eterna enamorada del cine, he descubierto a los veinticuatro que el teatro me da unos orgasmos increíbles. Parece un gran amante. Y un gran amor.
Y me reflejo en ti.
-       “Ya maduraré mamá, tranquila.”


Me has echado de casa.
Me he escapado de casa.
Me has prohibido volver a casa si salía detrás de quién no me ha querido jamás.
Y sin embargo, me has abierto la puerta con ese eterno abrazo cuando al regresar lloraba.
Tú también dormiste en camas que no te merecían.
Nos hemos cobijado de la lluvia y la rutina en todas las salas de películas independientes de Madrid.
Luego comentamos con un Verdejo.
Nos hemos enganchado el mismo pedo tonto antes de acabar la tercera copa.
Y hemos acabado hablado de la vida, del amor y de Neruda, entre otros.

-“Como contigo no discuto con nadie. Pero tampoco converso igual.”
Me pasa lo mismo.
Sabina y sus letras, bien sabes, que le pertenecen a Papá.
Pero Suzanne Vega, Patti Smith, Joplin…
Son tuyos.

-“Me duele por aquí” Y señalo el pecho.
Te sientas en la cama y escuchamos canciones de Aute, puesto que “de alguna manera, tendré que olvidarte”…
Sin embargo, tenemos una favorita: La cuatro y diez, porque “James Dean tiraba piedras a una casa blanca, entonces te bese”
Nos miramos. Cómplices.
Ambas hubiésemos querido que Dean nos besase; o Brando, o Newman…
Ellos, también son tuyos.
Y míos.
Me has dejado un legado de cine blanco y negro imborrable Mamá.

Hay una historia que no me canso de pedirle a Papá.
Cuéntamela otra vez, insisto.
El momento, ese momento que ningún ser humano sabe que pasa, precisamente hasta que, pasa.
Amigo te has topado con algo.
Me explica que aquel día, hablaba con una chica.
De repente notó una presencia por su espalda. Como si hubiese alguien tan cerca que podía rozarle.
Era una chavala joven que siendo tan bajita apenas le llegaba al hombro y había tenido que arrimarse en manera desmedida para hacerse hueco a si misma.
Escuchaba ojiplática, ensimismada.
Entonces pensó: ¿Qué estoy haciendo aquí? Hablando con alguien que no parece entender absolutamente nada de lo que estoy diciendo, mientras que tengo a la morenita inquieta por ahí detrás, y parece comprender mucho más las palabras que salen de mi boca.
-       ¿Qué hiciste?
Pensé:
Luis, quizás deberías girar noventa grados. Le estas dando la espalda a la chica equivocada.

Supongo que después de esa historia una comprende muchas cosas.
Supongo que lo único que quiero decir(te) es que no podrás evitar que tropiece. Además, no se si por desgracia o por fortuna, me encanta hacerlo.
Nunca cambiaremos los gritos desmedidos, la gesticulación desmedida, sentir desmedidamente.
No comprenderíamos ni querríamos hacerlo el mundo sin cine, ni libros, ni música.
No olvidaré que te enamorabas de todos los chicos con voz rota.
Subidos a escenarios en los bares de tu movida, convirtiendo poemas de Egea en canciones y vendiéndolos como suyos.
Y ay, cuando dejaban de cantar y comenzaban a hablar.
Entonces te dabas cuenta de que jamás podrían haber escrito algo así solitos. Te dabas media vuelta. Y hasta nunca.
Siempre tan chula y tan digna.
Cuantas veces nos habremos reído de esa historia.
Cuantas veces he buscado, y sigo buscando yo poetas.
Y cuantas veces he recordado a Marea, por los miles encontrados de bragueta y revolcón.
Seguiremos buscando cines en los que soñar.
Seguiremos acabando al menos un capítulo del libro en la mesilla de noche, antes de apagar la luz.
Seguiremos riendo fuerte y llorando aún más.

En fin, que algún día, me tocará cuidar a mi de una adolescente de pelo negro y algo caótica.
Cuando ese día llegue, me conformo con hacerlo tres cuartas partes de lo bien que lo has hecho tú, conmigo,
Sandra.


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