E L E C T R A





"Yes I loved you dearly
And if you're offering me diamonds and rust
I've already paid" - Diamonds and Rust



 
Se llamaba Electra.
Su casa estaba detrás de la barra del bar más canalla de Madrid.
Solía bajarme por las noches a observarla sentado en una mesa lejana.
Tenía los ojos tristes, el pelo muy largo y sus labios me parecían un pecado capital.
Servía copas hasta las seis de la mañana y nunca supe a que hora solía dormir.
Yo creo que no conocía el color del sol, pero es que ella vestía de noche.
Oscura.
Cargaba los vasos al gusto del cliente y siempre les clavaba la mirada.
En los descansos veía como se encendía un Lucky y escribía en una libreta.
No podía cansarme de mirarla.
Me encanta cuando de repente, sonaba una canción concreta y se le escapaba una mueca sutil, como si estuviese estratégicamente diseñada para que nadie excepto ella se diese cuenta de que en realidad, estaba sonriendo.
Yo podía reparar en aquello porque me lo había enseñado el maestro al bautizar Princesa a la chica que andaba entre la cirrosis y la sobredosis. - A una Electra más.
Ocurría  con Guns and Roses y su November Rain.
Con Joaquín y el Nos dieron las diez. Estaba convencido de que ella también quería dejar abierto el balcón de sus ojos de gata a quién lo mereciese.
Con Joan Baez y su Diamonds and Rust.
Diamantes y Oxido, traducido al español.
Con este titulo tenía que gustarle, claro.
Pero sé que sobretodo era la historia detrás del single lo que le ponía los pelos de punta.
Joan Baez escribiendo a Dylan. Y la mentira de está al contarle al propio Dylan que esa canción era para Harry.
Electra también había mentido a alguien alguna vez al dedicarle letras y negarlas.
O tal vez, al dedicarle amor y negarlo después.
Electra quería ser la chica de Dylan que calzaba converse negras pero el corazón de cristal, como si fuese el zapato de la Cenicienta.
Tenía pinta de haberse hecho añicos en más de una ocasión.
Y con Nacho. Hostia, con Nacho Vegas no era solo una mueca.
Con Nacho pasaban otras cosas.
A veces se concentraba en el whisky que estaba sirviendo como si fuese a robárselo al cliente y bebérselo de golpe.
Otras, hacía una pausa para respirar, y se colocaba un mechón detrás de la oreja.
Y finalmente, a veces, apoyaba las manos llenas de anillos en la barra y cerraba los ojos un instante.
Prácticamente lo que tarda Nacho en decir: Morir o Matar.
Tengo celos de ese tal Nacho desde entonces.
Un día me decidí. Hoy hablo con ella. Hoy sí.
Llegue a la barra. Me miró.
Ya os he dicho que clavaba la mirada en todos los clientes cuando servía la copa.
-       Tu eres de Whisky, ¿Verdad?
Asentí.
-       ¿Cómo lo sabes? – Me decidí a decir finalmente.
-       Mucho tiempo mirando ojos detrás de esta barra.
Ahí lo entendí. Ahora ya sabía una cosa más.
Para Electra, los ojos de las personas eran una ventana abierta de par en par al alma.
Y el alma tiene mucho que ver con lo que uno bebe, o mejor dicho, con la cantidad que uno elige beber.
Cada día de la semana me atreví a hacerle una nueva pregunta. Ese fue nuestro trato.
Cada noche yo le haría una ella contestaría.

Martes 13:
-       ¿Porqué Lucky?
-       Soy una chica sin suerte, así que prefiero fumármela.

Viernes 16:
Ese día estaba especialmente alegre.
-¿Porqué dieciséis?
-Es mi primer numero de la suerte.
-¿Primero?
-Tengo dos.

Nunca había conocido a alguien con dos números de la suerte.
Pero ella no era alguien, era Electra.
Como ese era su día favorito me dejo hacerle dos preguntas.

-¿Cuál es el segundo?
- El seis. Y sí, ya sé que ese es el numero del demonio, del diablo, de Lucifer si prefieres.
Por eso. Lucifer era un ángel negro y su único pecado fue hacerse más preguntas de las que nadie quiso contestar. Bastante castigo recibió. Yo le habría dado una oportunidad antes de una patada y convertirle así en ángel caído.

Ese día entendí porque estaba tan guapa vestida de negro.

Jueves 17:

-¿Porqué la libreta en los descansos?
- Escribo. Sobre todos esos ojos a los que tanto miro detrás de la barra.
Sobre todas las personas que entran aquí.
Cada uno tiene una historia y yo les dedico una hoja en mi libreta.
Los seres humanos deberían merecer un hueco en las hojas de papel de alguien que se esfuerce lo suficiente en verles.

Electra siempre decía que no bastaba con mirar, había que saber ver.

Viernes 18:

-       ¿No te molestan tantos anillos?
-       Sin mis anillos no sería yo. Llevo mi historia en las manos.
Cada anillo es mi manera de capturar el tiempo. Forman parte de un momento de mi vida. Y ese momento es a su vez, parte de un recuerdo.
En mis manos está mi memoria.

Sábado 19:
Electra no está.
Domingo 20:
Electra tampoco ha aparecido.
Lunes 21:
Hay una nueva camarera.

No volví a ver a Electra. Desapareció.
Algunos dicen que encontró casa nueva detrás de la barra de otro bar.
Otros dicen que Electra era ave de paso. Demasiado llena de vida para anidar en un único espacio.
Su espíritu no podía ser enjaulado.

Pero yo, yo estoy convencido de que se marchó porque entre mis preguntas nunca le hice la más importante:

-       ¿Saldrías una noche de esta barra para sentarte en mi terraza y poder hacerte un sin fin de preguntas cada mañana al despertar contigo?

Electra, estés donde estés, perdona a este cobarde, que no se dio cuenta de que no esperabas un amor que durase eternamente, pero desde luego, algo más de lo que dura el horario de un bar de copas.

Electra.
Vueles donde vueles.
Electra.

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