07. 08. 20

 

 

 

 

 Me quedo con el momento en que senté a R sobre un muelle de piedras y vistas al mar. Era de noche. Se vislumbraba el horizonte y las estrellas. Es uno de mis rincones favoritos de aquí.

Veníamos de una discusión. Yo a modo gitana y él tranquilo y sensible como es.

Acabé, colocándole ahí después de que la bronca terciara en conversación y le dije:

 

-       Ahora grita: “Soy el puto amo”

 

Pero grítaselo al mar y al mundo. Grítalo.

Lo dijo en bajito.

Vamos, otra vez, le animé. Y empecé a gritar con él.

Finalmente lo hizo. Se vacío entero gritando frente al mar, en el lugar más mágico de aquí, que era el puto amo.

 

No voy a contar el porqué de esa frase en concreto. Tampoco las broncas que han sido muy pocas pero muy intensas.

Porque este lugar es mi diario pero no el de otros. No sería propio de mi contar los conflictos y las intimidades que las personas comparten conmigo y mucho menos personas a las que amo tanto.

 

Pero sí puedo contar lo bonito que fue descubrirnos aún más.

Lo bonito que fue que mi mejor amigo llorase un día y me dijese:

 

-       No sé como lo has hecho. Qué teclas has tocado ni de qué manera me has hablado. Pero sí sé que me has dicho cinco cosas que nadie me había dicho en la vida y necesitaba oírlas para espabilar. Sí sé que no me equivoqué contigo, eres de las mujeres más especiales que conozco.

 

Y me dio un abrazo inmenso, mientras lloraba.

Os juro que esto no es para echarme flores, ni mucho menos. He tenido cabreos con mi mega mala uva habitual de los que no me siento orgullosa. Porque cuando pierdo los papeles me cuesta encontrarlos de vuelta. Y no me gusta.

Pero hemos podido conocernos más y ese momento de noche, en el que sé, sé en lo más profundo de mi que le ayudé, es impagable.

 

Como también es impagable verle conseguir abrir la voz y por fin gritar aquello en mitad de la noche sobre un cielo estrellado con el mar golpeando las rocas.

Y observar su cara y saber, que ese momento se quedaría para siempre con él.

 

-       Nadie me había hecho nunca hacer algo así. Esto me lo llevo para la eternidad.

 

Y volvió a abrazarme.

Nos hemos descubierto mucho estos días. Y joder, además de discutir, nos hemos reído infinitas veces más. Y hemos chapoteado como locos. Y le he hecho beber más de lo que había bebido en toda su vida.

Pero sobretodo, hemos cerciorado que esta amistad, el concepto real de amistad, sin absolutamente nada más que eso, va a ser para siempre.

 

Ahora, toca ponerse las pilas. Estudiar para dar vida a La Chole.

Para dar vida  a un personaje en una obra que me toca de una manera especial.

No os quiero destripar por aquí, pero sí diré que definitivamente a veces hay personajes que te encuentran a ti cuando no los andabas buscando.

Pero tal vez, los necesitabas.

 

La chole… se parece a Charo. Y Charo es una canción que he escuchado mucho este verano. Coincidencias… supongo que a veces la vida está marcada por coincidencias.

 

Sigo mirando al mar y se me hace un nudo indescriptible en la garganta cuando observo una moto de agua brincar en mitad de la nada bajo el sol.

Sigo recordándonos Papá. Y el dolor lo invade todo hasta que me repito:

 

Ahora solo tendré que esforzarme más hasta brincar como solíamos hacerlo juntos.

 

A la gente no le gustan tanto como yo pensaba las motos de agua.

Tanto como yo pensaba porque Papá y yo éramos unos viciados.

Los veranos estaban marcados por la velocidad y las infinitas galopadas sobre el agua como me gustaba decir a mi, agarrada a su cintura.

Siempre nos gustó volar. No pensar -  con el mar y el viento de cara.

Solo sentir la velocidad y la nada. La nada excepto mis gritos de felicidad: ¡Dale más! Y él aceleraba aún más y jugábamos con la adrenalina aún más.

¡Se viene enana, se viene! Y yo reía y le agarraba fuerte y chillaba “Te quieros” que el planeta entero podría haber escuchado.

 

Que felices hemos sido joder.

Y ahora, pues ahora hay veces que el dolor son todas las motos de agua en las que tú y yo nunca estaremos más.

Pero la fuerza, lo que tú me has dejado porque me lo has inculcado, soy yo peleándome contra esos pensamientos para ganar el pulso al dolor con un:

 

-       Tranqui calvito, me pulverizaré los antebrazos pero al final, yo sola, volveré a brincar sobre una ola exactamente igual que cuando éramos los dos. Y gritaré tu nombre y volveré a gritar te quiero.

 

Algún día después de conseguirlo sola, quizás pueda compartir con alguien esta afición, y mientras unos chapotean, otros van en barco y otros hacen Wake, yo engancharé a esa persona especial y le diré:

 

-       Tú y yo vamos a comernos el mundo un rato sobre una de esas..

 

Y arrancaremos motores juntos y dejaremos atrás al resto, para perdernos en el mar a toda hostia, y sin frenos.

Y espero estar muy enamorada de esa persona cuando eso pase.

Y tanto él como yo sabremos que volveré a gritar tu nombre y esta vez acompañada, seguirá siendo mi homenaje a ti.

A nosotros.

 

Feliz verano compitruenos.

Volvemos en Septiembre.

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