1975.















-       Déjame ser la primavera marchita que cure tus inviernos.

-       Pero niña, no ves que tengo el corazón helado y ya no siento nada.

-       Nada, entre tú y yo ha sido siempre nuestra manera de llamar algo.

-       Cuando yo te llamaba tu no respondías.

-       No quería

-       ¿Entonces?

-       Tu tampoco me quisiste.

-       Pero eso no es nuevo. Te lo advertí desde el primer día.

-       Mientes tantas veces que pensé que esa también.

-       Tengo los abrazos rotos, no puedo hacerte una llaga más.

-       Eso era decisión mía.

-       ¿Por eso me elegiste?

-       Uno no elige de quién se enamora

-       Yo siempre lo hago.

-       Por eso nunca te sale bien.

-       ¿Entonces qué? ¿Tendría que haber apostado por ti? ¿por tus malas maneras, por tus ojos cansados, por tu forma de creerte gata en los tejados de nadie? Venga ya.

-       No, claro. Eso sería un acto suicida.

-       Y yo soy un cobarde.

-       Pensaba que meterse de ostias con la vida era de valientes.

-       ¿Cuando vas a dejar de hacerlo?

-       ¿Qué?

-       Verme bueno. Mírame con desprecio de una puñetera vez, joder. ¿No te cansas? ¿No te cansas de encontrar siempre una excusa para perdonarme todo?¿No te cansas de saber que soy la pena, el dolor y no la puta cura?


-       ¿Cuándo te he pedido que me cures?

-       Que mas da. No lo entiendes.

-       Nací muerta hace veintitrés octubres. 
     Me han roto más canciones que personas. Sigo llorando con las puestas de sol y cuando grito “Papa".
     La oscuridad me da miedo y dormir sola también. 
     Tú no puedes arreglar este desastre y yo no quiero que lo hagas.
     Parece que quién no entiende nada eres tú.

-Repito. Soy cobarde.

-¿Y que coño te da miedo?
No quiero oírte mas, no te aguanto.

-       Tú. Ostia. Tú.
Me das miedo porque no me hizo falta más que verte entrar vestida de luto por esa puerta para saber que no querías tiritas.
Me da miedo saber que no puedo aliviarte y tampoco quieres.
Me da miedo no tener que ser quién esperas que sea porque entonces tengo que ser yo.
Me da miedo no tener que inventarme contigo.
Me da miedo saber que nos conocemos aun cuando nadie nos hubiese presentado.
Me da miedo que me tengas tan poco miedo.

        -Parece que la suicida soy yo entonces.

-       Hay precipicios más letales por los que tirarse que el mío.

-       Pero no tienen tu vacío.

-       Yo no quiero que me quieran, joder.
Aunque lo pida cada noche, luego lo olvido en las esquinas de otra calle.
Yo no quiero que me quieras.

-       Tengo que irme.
-       Aún no he terminado.

-       Pero yo sí.

-       Voy a (ll)amarte mañana.

-       Ya lo sé.

-       Siempre creyendo todo lo que digo. No cambias.

-       Siempre creyendo que lo hago. Tú tampoco.

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