MALVAROSA.
Have a drink on me upstairs...
Suave
es la noche y la arena que vuelve a cubrir mis
pies de Julio.
Voy por la mitad de la novela de
Fitzgerald y por la mitad del verano; bueno casi.
El mar sigue precioso.
Hoy he descubierto que Mamá siempre quiso
llamarme
Martina
o
Sabina.
Los otros nombres que se contemplaron
fueron decisión de Papá.
Es curioso todo lo que empiezo a
descubrir ahora, incluso acerca de cosas que pensaba haber sabido con certeza
desde siempre.
Esto de los nombres, por ejemplo.
Últimamente compartimos mucha cerveza y
viajes al pasado. Mamá y yo.
Me jode que Martina y Sabina me gusten un
poco más que Laura y Julia,
Estar yo aquí y tú ya no; en ningún lugar
del mundo,
Que J siempre me olvidase en diecinueve
días y yo me comiese las quinientas noches.
Mi hora favorita sigue siendo la de leer
en la playa mientras el agua se traga el sol y el cielo se impregna de color púrpura.
Claro, por eso lo de Malvarosa.
Me parece preciosa esa palabra.
A veces no reparamos suficiente en los
nombres que ponemos a los objetos, seres o acontecimientos. Y joder, deberíamos.
Porque algunos son preciosos.
Me gusta imaginarte en un cielo Malvarosa papá.
Por aquí sigo, ya ves. Escribiendo (te).
Sin fumar casi, casi, nunca.
Bebiendo mucha rubia como si aún pudiese brindar contigo.
Y,
Echándote de menos unas infinitas quince
veces por segundo cada día.
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