LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ.
Hay clases en la Universidad de las que surgen ideas o pequeños proyectos a raíz de ciertos trabajos que implican crear y crear y crear.
Hoy le he puesto imágenes (de la manera más casera y menos profesional por falta de medios) pero con mucho amor y ayuda de mi incondicional compañera de batallas, María, a un texto mío que surgió precisamente así, una mañana de Lunes, sentada en clase.
Quiero aclarar por posibles "interpretaciones" hacía el texto o la historia que se trata de contar, que yo, personalmente, amo la vida aunque a veces me permita devorarla.
También me gusta reconocer en el arte las diferentes maneras y formas que tiene el ser humano de abordar el dolor. Enfrentarlo. Ponerle nombre, sonido o imágen.
Todos nos hemos roto alguna vez y hemos edificado sobre los escombros.
Escarlata es una mujer ficticia que he creado para este texto.
Escarlata no soy yo aunque por supuesto está repleta de mi.
Gacias María Noguera por enganchar "móvil en mano".
Escuchar mi idea.
Atreverte con todo.
Quererme tanto.
Mimarme aún más.
Me llamo Escarlata.
No tengo apellidos porque olvide la
infancia.
Vivo en una torre de Marfil que yo misma
he construido.
Mi hogar es un salón desde el que escribo
cartas que nunca llegarán a su destinatario.
Un baño donde mirarme llorar.
Una ventana desde la que hay días en los
que me permito soñar.
Tengo un veneno extraño en el alma, la
melancolía instalada en la piel.
Me he visto caer de pie tantas veces que
he dejado de contarlas.
Pero sigo teniendo sangre en las
rodillas, soy incapaz de olvidar.
Me habrás visto cantando cerca de
escenarios y sonreír a todas las guitarras que se quiebran sobre ellos.
Tengo un grito favorito, el de Lez
Zeppelin en Babe Im gonna leave you.
Tengo un poema favorito de Neruda. Puedo
escribir los versos más tristes esta noche.
No tengo una novela favorita porque he
sido amante de muchas. Porque nunca me canso de leer.
No sé si he estado enamorada pero sé que
me he muerto más de diecinueve días y quinientas noches por alguien.
Trabajo en una librería cerca de casa.
No pagan mal, ni tampoco bien.
Suficiente.
Suficiente es una palabra que no debería existir
en el diccionario. Yo al menos siempre me quedo con ganas de más en esto de
vivir y no sé donde buscarlo.
Yo quería ser musa. ¿Existe esa
profesión?
Me lo sigo preguntando a veces.
Pero nunca encontré a quién viese en mi
un poema por escribir, una canción por hacer, un dibujo al que acariciar.
La destrucción es un concepto
interesante.
Creo que cada individuo tiene la
autoridad en eso de salvarse o por el contrario no hacerlo.
Una canción que me gusta dice: “Gracias
por no intentar jamás salvarme la vida”
Cada vez que la escucho me pongo un poco
triste.
Yo hubiese agradecido que alguien lo
hiciese.
Sin embargo, volviendo a esto de la
destrucción, sé que no se puede.
También sé que se puede querer mucho,
tanto como para intentarlo. Pero eso no vale.
El amor no siempre es suficiente.
¿Entendéis ahora porque odio tanto el
maldito suficiente?
Puedes amar a un ser destruido y nunca
conseguirás salvarlo.
Solo podemos entregar amor y esperar.
Luego habrá que decidir si quedarnos a
observar una aniquilación lenta o rápida o si debemos huir porque no podemos
ser partícipes de esa decisión.
Yo me he follado a la autodestrucción
muchas veces. Cuando esnifo dolor, recuerdos o decisiones que nunca tomé.
Tengo veinticinco años y sé que he hecho
el amor pero no sé si me lo han hecho.
Tengo veinticinco años y un agujero en el
pecho del que nadie tiene la culpa.
Me podrían haber indicado por donde se
llegaba a eso de ser feliz. Aunque me hubiese conformado con que me señalasen
el mar.
Sabes, siempre que hablo del mar recuerdo
la noche canalla de Egea.
Tengo tantos versos en la cabeza que a
veces me entiendo aunque los demás no puedan hacerlo.
Me hubiese encantado conocerte extraño
que nunca llegó a tiempo.
Contarte que Noviembre es un mes triste
porque no podría llevarle la contraria a una canción como “Ya verás”.
Invitarte a café y hablar. Escribir un
poema sobre tus manos.
Escuchar los Domingos a Aute en casa.
Ver cine de verdad. Explicarte las
historias de todas las estrellas que se apagaron como Monroe, Dean o Natalie
Wood.
Que entendieses como yo entiendo el amor
después de Ava Gardner y Sinatra.
Después de Liz Taylor y Richard Burton.
Caminar por Madrid agarrados.
Que me compres un helado en un quiosco
las tardes de verano.
Darte un beso en la mejilla.
Hablar mucho.
No cansarme de hablar contigo. Compartir
silencios. Que siempre nos quedase algo por decirnos.
Me hubiese gustado aprenderte.
Crecer juntos.
Mi madre me decía de pequeña que en el
amor es fundamental la admiración.
El cuerpo es algo caduco al fin y al
cabo.
Admiraré tus ojos y el sonido de tu risa.
Admiraré la manera en que lloras y la
manera en que acaricias.
Eso sí se puede admirar. Porque eso se
mantiene con el paso del tiempo.
Admiraré reconocer en ti una arruga nueva
porque significa que el tiempo sigue pasando y tú permaneces conmigo.
Admiraré las cosas que tu me enseñas y yo
te enseño.
Pero no me pidas nunca que admire un
físico. De eso me olvidaré enseguida.
Ya ves, aunque no tengo apellidos, Mamá
me enseñó lecciones importantes.
Te hubiese llevado a museos y luego
trasnocharíamos en las azoteas donde se ven las luces que visten Madrid de
noche para así poder decir que somos dos gatos al abrigo de los tejados.
Te hubiese pedido que me abraces por la
noche porque me sigue dando miedo la oscuridad.
En fin, creo que te habría querido.
Seguro que tú a mi también.
Me llamo Escarlata.
Ese extraño del que hablo no se cruzó en
mi camino y ya no va a darle tiempo porque me estoy despidiendo.
Lo he pensado tantas veces mañana que hoy
ya no quiero tener que pensarlo más.
Ojalá.
Ojalá el arte no muera nunca.
Ojalá el tiempo siga deteniéndose en
algunos besos.
Ojalá las madres abracen muy fuerte a sus
hijos.
Ojalá los padres no se olviden de ellos.
Ojalá tu abuela siga siendo tu voz
favorita en el mundo.
Ojalá haya un beso de buenas noches para
cada niño.
Ojalá se extinga el hambre en el mundo.
Ojalá tengas siempre un hogar al que
volver.
Ojalá el derecho a la educación no fuese
una mentira.
Ojalá el dinero no valiese tanto las
penas de quién no lo tiene.
Ojalá te fijes más en el mendigo que pasa
frío porque es un ser humano y tú también sabes lo que es el frío.
Ojalá entendiésemos que el color de la
piel no es un distintivo de nada ni de nadie.
Ojalá dejen de bombardear sobre vidas
inocentes.
Ojalá no tuviesen que ahogarse madres ni
padres ni hijos en las orillas de los mares en busca de un futuro que allí de
dónde vienen no existe.
Ojalá teorizásemos menos sobre el amor y
lo practicásemos más.
Ojalá la humanidad fuese realmente
humana.
Me voy con el viento porque yo elegí mi
nombre.
Solo espero que esta carta no se vuele.
Me llamo Escarlata y hoy es el día de mi
muerte.
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