THANATOS.





"Noviembre siempre triste"



 
Tengo tu carta guardada en mi diario.
Es de tapa dura y hojas con forma de pergamino.
En él están inscritas las estrofas de Amy Winehouse.
Te cuento esto porque yo antes creía saber en que consistía aquello de volver al negro. Y ahora, ya ves, de repente opaca.

Hemos pasado horas hablando. Hablando de ti. Hablándote a ti.
Sigue con esa luz habitual y yo ando peleando de la forma más disgna posible para que la mía no se extinga.

Le estamos echando un par de ovarios boss.
Pero cuesta. Y rompe. Y duele.

Tirito a cada hora un poquito, como si mis manos se hubiesen vuelto cubitos de hielo donde ya nada sostiene. No sirvo ni para arroparme.
Imagínate entender que nunca más lo harás tu conmigo.

Ayer metí la cabeza dentro de tu cazadora marrón. Esa que ponías sobre mis hombros cuando necesitaba calor.
Todavía huele a ti.
Me entró pánico al pensar que algún día dejará de hacerlo,
Que quizás yo pueda olvidarlo.
No. Ya sé que no. Pero me aterra.

Que hiriente resulta el mundo ahora que todo puede llegar a reducirse en mantener tu olor intacto, como si eso acortase la distancia entre nosotros.

Por otro lado, también creo, y estoy convencida de que esto te gustará, de que la vida es maravillosa.
Una vida que me ha concedido veinticinco años para aprender(te).
Para memorizar tu manera de acercarme a tu pecho,
de estrujar mi nariz,
de compartir ideas, sueños y proyectos.
De quererme.
De querernos.

Y eso me lo llevo, sabes. Eso me lo quedo y lo guardo con papel de seda y algodón de azúcar.
Para que en cada logro,
en cada viaje,
en cada nuevo beso,
Esté (s).

Al fin y al cabo soy entre otras cosas la memoria de nosotros.
La melena larga y negra que piropeabas,
la sonrisa a la que siempre aludías por gigante y sincera,
la naricita respingona y redondita que apodaste “garbancillo”,
la manera de vestir entre abrigos anchos y colores oscuros y “tú tan guapa” decías,
mi carácter unas veces vulnerable y otras tan arisco. Y la mala leche que en el fondo, muy en el fondo, te divertía.

Comprendí el mundo viajando por los libros y seguiremos haciéndolo.
No vas a responder, pero cada vez que una palabra, frase o verso electrocuten mi corazón yo te lo estaré contando.

El otro día le dije a Mamá:

-       “Menos mal que en el concierto solo habrá canciones sobre desamor”

Inmediatamente después echamos a reír.
Fíjate, papá, tú enana. La de los romeos de poca monta, la de los poetas de bragueta y revolcón, ahora se reconforta pensando que letras sobre amores frustrados son absolutamente irrelevantes en comparación con el abismo que yace entre pulmón y pulmón.
Con este hecho tan mordaz de que tú no seas tangible. Físico.

Tengo el vientre desolado y la nostalgia bombardea este cuerpo de batalla.
Pero la guerra esta siendo ahora. Esos siete días fueron un aviso, casi irreal, casi pareció ficticio.

Aquí me tienes recogiendo escamas de piel que voy encontrando cada nuevo día en el que despierto sin ti.
Escribiendo cartas con las que me doy cuenta que por mucho que me nieguen tu presencia,  que la muerte caprichosa te haya arrancado de mi lado tan de cuajo, como si nada le importase. Como sabiendo que no puedo devolverle la patada.
Aún así, no puede vencer.

No puede, porque aquí estoy, volcando sobre papel cada herida que chorrea, cada variz rota, cada vena que estalla,
recalcando,
y que se entere bien, que se entere bien, papá,
que tú, estás incrustado, estás arraigado en cada vertebra de mi cuerpo.
Por cada rincón de mi cabeza.
En la saliva con la que arropo todos esos “Vuelve”, “ojalá”, “te necesito”.
Esa, que me hizo comprender que no quedé muda pasadas las ocho y cuarto de aquel Noviembre, a pesar de que el tiempo se congeló y el tic-tac fue metralla penetrando por mi sien,
Y tú, te habías ido.

Desde cada situación,
En todos los instantes,
Por todas partes, Te quiero.

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