LLEGABAN LAS MALAS NOTICIAS DE TODAS LAS PARTES DEL MUNDO Y A ELLOS SOLO LES PREOCUPABA SER FELICES SIENDO FIERAS EN SU REFUGIO
"Se conocieron en el parque del retiro en 1992
Ella llevaba un vestido de flores
Él parecía un sufridor
Y entre gente que se aburre pronto de todo
Y gente que no acaba nunca nada
Decidieron pasar juntos las noches
Y ser más que pareja, ser brigada."
Hoja cuadriculada de notas algo arrugada
y amarilleada, perfectamente doblada dentro del libro de Bécquer.
Cito textualmente lo escrito a boli negro
(evidentemente sobra decir que fue escrito por mi.) Lo que me fastidia es que
no este fechada. Más adelante comprenderéis porqué.
“ ¿Tú crees que alguna vez hubiésemos podido ser
invencibles?
No. No he dicho eternos.
Eternos no me parece importante. No es un concepto
que me interese.
No creo que el amor deba ser eterno para significar
más fuerte o puro o intenso.
No.
Pero -
invencibles. – Eso sí. Eso es la hostia.
A veces te me cruzas por la cabecita. Es inevitable,
supongo.
Y en uno de esos cruces, a pesar de todos los
semáforos en rojo que tiene mi cerebro para contigo; saltas de golpe y sin
freno. Metiendo primera como te gusta a ti.
Y entonces yo, tonta, chiquilla, demasiado
romántica, ridícula o inocente. Puede que todas a la vez, pienso-
¿Alguna vez se te pasó por la cabeza que tú y yo nos
conocimos por algo? ¿Para algo? ¿Con qué fin? Porqué nos cruzamos en aquel
parque y sobretodo en algo tan inmenso como es la vida. Porque anda que no
teníamos posibilidades, para no habernos mirado a los ojos jamás. Para pasar
por aquí desconociendo la existencia el uno del otro.
Y entonces, si es que había un fin por el que tú y
yo coincidimos –
¿alguna vez pudimos ser invencibles? “
Bueno, pues por donde empiezo.
Evidentemente yo sé perfectamente a quién
le dedique estas palabras.
Como ya he dicho, lo que me fastidia es
no saber, en qué momento concreto fue.
Hubo muchos – y a pesar de todo, eso me
mola.
Por otro lado, creo que lo vuelco aquí,
por eso de que es mi lugar secreto.
Mi pequeño cobijo ante el mundo.
Y sobretodo donde reflexiono.
Y cuando me encuentro estas cosas siempre
fluyen pensamientos como si fuesen tornados de ideas por mi cabecita inquieta.
El viernes de madrugada murió un amigo
mío.
Otra vez la puta muerte, yo que siempre
pensé que me sería tan lejana… en fin, que irónica puede resultar la vida a
veces.
Pero de ese tema no voy a hablar. Ya lo dije
en su momento. Actualmente ni de coña y no sé si en algún futuro lo haré.
La cuestión es que mi amigo tenía pareja.
Y no pienso tampoco hablar ni teorizar
sobre como tiene que estar esa persona.
A mi prima también le ocurrió.
Su primer gran amor falleció de un
cáncer. Lucharon juntos.
Muchos años después se ha casado y esta
profundamente enamorada.
Nunca le olvidará, por supuesto. Nunca
debería hacerlo. Pero ha vuelto a amar. A amar mucho.
Yo digo (después de mi experiencia con
papá) que el dolor jamás desparece.
Es absolutamente imposible. Pero amaina.
Eso sí
Entonces, con este suceso tan reciente y
todo lo que ha removido, y con la pequeña “nota” que he encontrado en el libro,
escrita por mi y dedicada a alguien, he reflexionado y eso es lo que vengo a
trasladar aquí.
Lo primero, he sacado algo en claro.
Aunque para ser sincera eso ya lo saqué en claro tiempo atrás, si me apuras,
cuando yo misma releí mi propio libro.
He sacado en claro que he amado de la
forma más animal, salvaje, instintiva, visceral, generosa y a veces (muchas)
desmedida y dañina para mi con la que un ser humano puede amar.
Y me alegro.
Espero seguir amando siempre así.
(Intentaremos omitir las partes dañinas) pero mantener eso de amar en
mayúsculas. Amar grande. Amar muy muy grande. Muy muy fuerte. Y sobretodo muy
muy de verdad.
Me gusta haber amado así. Y me da
bastante igual la reciprocidad que pueda haber habido llegados a este punto.
Por otro lado, he pensado que la muerte a
veces genera medidas.
Medidas exactas.
A veces, para saber qué sientes por
alguien realmente, solo tienes que pensar en su desaparición permanente. Y
cuando digo permanente hablo de su extinción.
De que recorras las esquinas que
recorras, nunca volverás a sentir sus ojos ni rozar su piel.
Y cuando eso lo piensas, te das cuenta de
que la extinción de uno o de una, en comparación con la de otro u otra, por
jodido que esto suene, y es jodido, no producen ni de lejos la misma sensación.
¡No empecéis eh! La muerte siempre genera
un dolor atroz y no quiero ahondar en esto porque últimamente me está tocando
muy de cerca y no pienso entrar ahí. No me siento capacitada.
Aquí estoy hablando de otra cosa. Y es
una putada.
Es una putada muy gorda que la
desaparición permanente de alguien no genere el mismo “tipo” de dolor cuando piensas en A que en B o en W y eso…
Pufff eso es sencillamente una putada.
Ahí lo dejo por hoy.
Ya sabéis,
La charla sobre la felicidad, la mierda de siempre
Supongo… jajajaja…
Nos contamos pronto.
Que parece que poco a poco, todo vuelve a
sus inicios, o al menos, a eso que antes, llamábamos normalidad.
Mirad a la luna hoy, nunca dejéis de
hacerlo.
L.
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