COMO LLORA CHAVELA.
También es
asesinato prometer la luna si lo más cerca que vas a llevarme es contra el
suelo de una ostia.
Yo
nunca pretendí que me quisieras – rota.
Solo lo primero.
Tarde
en comprender que entre para siempre y por siempre hay infinitud de “nuncas” de
por medio.
Tampoco
es que tú llegases a explicármelo, o quisieras hacerlo, o quisieras.
Ni
que yo no supiese dártelo todo, o supiese dártelo, o supiese.
Recuerdo
la manera en que ibas de culpable en culpable ante los fallos técnicos de tu
respiración, que solía ser asistida por mí, cuando la que realmente debía ser
asistida era yo.
Como
no olvido esa escalera,
De esa
discoteca,
De esa
noche,
Junto
algunas de aquellas a las que considerabas culpables, donde ante la pregunta
sorpresa:
“¿Y tú que eres de él?”
Comprendí
que nunca hubo culpables porque todos fuimos verdugos de nosotros mismos.
Lo
inundo todo realidad, con mano firme, mientras yo sostenía su pelo y ella te
vomitaba a ti,
Como
tantas otras veces lo hice yo.
Hubo
martillazos por mi vientre al oír llorar tú nombre.
Como
tantas otras veces también lo hice yo.
Me di
cuenta de que no te quería – cerca de mí.
Solo lo segundo.
Y se abrió una raja irreparable en el esófago que
une cabeza y corazón, cerrándose una puerta que siempre estuvo a tu espera.
El
timbre anunciando manos que no serán las tuyas y el cartero que siempre llama
dos veces porque sabe que no estoy; aunque abra la puerta con el luto en mi
entrepierna y la botella en la cama.
Cuando me suelto los traumas y me subo las medias
nadie sabe que preparo el cadáver para dejarlo bonito.
Como
llora Chavela, he pensado que no es ni medio comparable a como lo hago yo,
Joaquín;
Y sin
embargo,
Quién pudiera reír.
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