UN TRANVÍA LLAMADO DESEO.
No podéis argumentarme qué es
felicidad si no conocéis las cuatro paredes de su cuarto.
Como podríais hablarme de la
vida si no sabéis lo que significa renacer en su cama viendo amanecer entre
botellas de alcohol y delirios locos.
Como vais a cuantificar el
dolor si es a mí a quien ha roto acordes de guitarra en el pecho.
Pero hablarme de actos,
hablarme de qué se siente cuando en vez acariciarte con palabras, notas unas
manos.
Como os tiembla el pulso al
sentir unos labios que os lamen las heridas mientras mi vida se la llevan los
centímetros de diferencia que me apartan de su cuerpo sentada a su lado
tensando el espacio de aire minúsculo que no nos atrevemos a romper.
Masturbarme con su voz en mi
oído mientras vosotros tenéis orgasmos abrazados.
Os corréis.
Y yo corro, pero en dirección
contraria a él.
Notáis el peso de otro alma que
cae exhausta encima de vuestro cuerpo al acabar de hacer el amor y os envidio.
Es una envidia guarra y
atrevida que se muerde el labio hasta hacerse sangre mientras araña las puertas
fingiendo que es su espalda.
Espero que os quede claro, que
no tenéis derecho para hablar de miedo con alguien que desabrocha su abrigo
pero no su bragueta, alguien que sabe más de ponerse hasta el culo que de poner
condones, alguien que le sostendría la cabeza mientras vomita, por no dejar que
sostengan la mía mientras gimo.
Estoy a un vaso de tropezarme
con las bragas y besarte pero con tanto whiskey puede que escupa un te quiero
con tal de frenar(me) e impedirte hacer lo que cada noche imagino.
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