EL AMIGO INVISIBLE PARA NAVIDAD, GRACIAS.
Que no, chaval, que la locura consiste en contarme
la mentira más grande para poder sostener todas las tuyas.
Si tienes vocación de comevidas y yo he sido
víctima de mi propio complejo de zorra sumisa.
Algunas nos bajamos las bragas como forma de hacernos
las duras y eso es algo que la mitad de vosotros no comprenderéis jamás.
Hay regalices más dulces vistas desde el escapare
que cuando te las metes en la boca, igual que las personas.
Ella, vive así últimamente.
Te saborea en su imaginación, te chupa hasta lo que
no te sacas.
No se da cuenta que si te hiciese real le causarías
cinco años de indigestión y agrandarías la úlcera.
Yo te sufrí más tiempo del que mi bilis soporta, y
si me preguntasen, aún diría que como veneno te pasas de bueno.
Aunque él se subasta a la mejor postor y tú a las
mujeres con tinta en los ojos y lengua de canción.
Pensaba.
Luego, como los regalices, demasiado dulces,
acabaste cayéndote del pedestal de mi memoria, porque me empalagaste de golpes
y decepciones, de errores de prioridad demasiado grandes para ser olvidados;
porque todos te los perdone.
Fuiste un saco que dentro solo llevaba polvo, y te
vi dejarte besar por sencillas humanas, cuando yo te dibuje junto a la Miss
Carrusel de Nacho,
la princesa de Sabina,
la Lucía de Serrat y de Cortázar,
la Maggie del tejado de Zinc,
la Blanche de Tenesse,
la de las dudas infinitas de Supersubmarina,
la que brillaba entre bambalinas de Lena;
la que creí que merecías.
Y fue ahí, amigo mío, siempre amigo, cuando
averigüe que nunca mentiste tanto como lo hice yo, conmigo, contándome que eras
algo, que resulto quedar muy lejos de vestir por los pies y calzar como un
hombre.
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