SIETE DIAS DE MAYO.
Lloré frente a tu coche el
jueves más oscuro de un mes de Mayo.
Lloré hasta parar relojes,
congelar abrazos y desgastar silencios.
Rompí conmigo, por no poder
hacerlo contigo; recordando que no me debías nada excepto decepciones.
Vi caer mi cuerpo desde un
séptimo minuto de gloria en un bar junto a ti, a un menos uno contra el suelo,
en la acera de tu calle, sola, mientras te alejabas sin mirar atrás.
No comprenderás nunca que el
abandono, también es llevarte la dignidad de quién se entrega, sin posibilidad
de vuelta.
Me recogió una ambulancia en
forma de dos desconocidos con las sirenas puestas llevándome a casa y entre
palabras de consuelo, como podía yo aclararles que bien podían haberme dejado
en el cementerio más cercano.
Que hubiese sido mejor la U.V.I
que mi cama.
Que hubiese sido mejor
cualquier cosa antes que darme tanta pena.
Te imaginé volviendo a recoger
lo que desde que te conozco, queda de mi.
Pero como siempre, como nunca,
quererme te quedaba dos tallas grandes.
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