YO CONFIESO.






Me pediste que te recordase Londres, no lo viviste conmigo y sin embargo te baje a la cueva oscura escondida en una calle de Sol, para cumplir tu deseo.
Un Jazz y un Blues en directo, primera fila para nosotros, ensordecernos con el humo, bebernos los colores de madrugada.
Te das cuenta de la facilidad que tengo para hacerte feliz, eso que no puedo hacer conmigo, te lo entrego a ti, y aún eres capaz de dudar que alguna vez tuviese ojos para otras manos que no fuesen las tuyas.
Supongo que si pudiese aclarar los términos de lo que tú denominas amistad diría que:
Me gusta verte mirarme de arriba abajo aunque creas que no lo noto, pero odio que mientras, me hables de otras.
Me gusta que me toques improcedentemente el culo pero odio tus perdones baratos como si tuvieses que arrepentirte de hacerlo.
Me gusta que durmamos en la misma cama, pero odio que sea para guardar las distancias.
Me gusta ver como sabes jugar a encenderme entre las piernas al tocarme la guitarra pero odio que ninguna canción sea para mí.
Me gusta que repitas sin parar lo guapa que estoy pero odio que no me quites la ropa para demostrarte que puedo estarlo aún más.
Me gusta que me encierres en un cuarto preguntando si podríamos follar pero me cabrea que no entiendas que hay preguntas innecesarias existiendo besos guarros.
Me gusta que me digas que querrías a tu lado una mujer como yo, pero me revienta que cualquier otra, cuanto más diferente a mí, siempre vaya por delante.
Me divierte que me pidas consejos sobre que ropa ponerte pero me frustra no hacerte entender que yo te prefiero sin nada, conmigo.
Me gusta compartir secretos tan oscuros como la noche en que pasaron, pero me enferma que el alcohol sea la única excusa ante tú cobardía.
En definitiva, me encantan tus mentiras, pero me jode mucho más que todo, no creerme nada.




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