INCENDIS















Incendiaron  la casa donde vivimos tantas noches y al arder no fue resina lo que los vecinos vieron, fueron fantasmas con el corazón hecho trizas, los que, vestidos de humo, murieron.
Quemados.
Alguien dijo que fue un accidente; solo nosotros sabemos que estaba más que provocado. Habíamos jugado demasiadas veces con fuego como para acabar de una manera distinta.
No llegue a tiempo para otro funeral aparte del mío.
Eche a los allí presentes porque ninguno comprendía que las quemaduras ya tenían nombre y las flores que pudieseis llevarme nunca tendrían el olor de su cuello; las espinas de sus ojos.
La imagine a ella.
Sonriente en su ataúd, por fin sintiéndose viva.
Descansa en paz, pensé.
Y vino calma.
A vosotros no os busque ataúd. Os preferí ceniza en el aire que nunca se extingue.
“Las huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos” me dije.
Ahora, yo también,
Descanso en paz.

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