ESTA BOCA ES MÍA.
















He reconocido mi sombra entre tus fotografías.


¿Cuantas dosis de felicidad y tristeza son acumulables?
Tengo todo a mi alrededor para elevar mi sonrisa al piso mas alto y pasearla con gracia, pero me he topado por casualidad con nuestras fotos, que desde aquí parecen tan lejanas, y he sentido la soga retorcerse en el estomago.
Hay dolores que no amainan por muchos grados que contenga la copa.
La soledad de mi cuarto sigue exigiendo tu presencia, mis pesadillas nocturnas también.
Me muerdo las ganas pensando en volver a verte, lo dice esa que nunca creyó en los “reencuentros”.
Pero claro, es la misma que jamás pensó en escribir a otros ojos que no fuesen negros, ni tristes, ni los suyos. Mírame ahora.
Todos los planes que se nos quedaron pendientes están impacientándose por mi cabeza, que comienza a parecer la sala de espera en un hospital cualquiera.
Que desolado el balcón en nuestra habitación de hotel de madrugada ahora que no te fumas los cigarros de buenas noches ahí, ahora que no te grito desde dentro “Vuelve a la cama, tengo frío.”
Pero ahora, estoy helada y no te puedo pedir que vengas, para que el miedo entre en calor.
Por aquí todo esta en orden, como suele pasar antes de que llegue caos.
Me temo más feliz que de ninguna otra manera; nunca sé lo que duraré.
Hoy me pondré tacones, los que son tan altos como el precipicio que llevo dentro, y saldré a bailar como lo hacía por tu pecho, pero bien sabes que el compás que mejor sigo eran tus manos sosteniendo mis caderas.
Las buenas noches son mi tanga en el suelo de tu cuarto, mis manos enroscadas al cabecero, mi pelo enredado en tu almohada.
Sostengo la pena en mis brazos y le canto una nana, siempre fue mi mejor hija.
El equilibrio digo que lo pierdo con la misma facilidad que la cuenta de Ron ingerido hoy.
Sonríeme mejor que nadie, sé que me conoces mejor que el resto y dímelo, venga:
-“Mentirosa, tu el equilibrio nunca lo encontraste.”
Pero te equivocas.
Esta vez te equivocas.
Yo siempre hice equilibrio cuando tu mano se entrelazaba a la mía.
Cuando las chucherías en el cine.
Cuando las noches de chocolate y tortitas.
Cuando te freno en seco el coche para arrancarte la boca a mordiscos suaves.
Cuando Retiro con el sol de frente.
Cuando Madrid se hizo de noche eternamente.
Cuando tu abrazo fuerte me reveló que no me volvería a caer.
Cuando mi cuarto fue nuestra casa infinitos días.
Cuando me miras.
Cuando me Pasas(te).

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